Palabra de Dios 20 de Feb. del 2025. Jueves VI de Tiempo Ordinario.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Del libro del Génesis (9, 1-13)
En aquel tiempo, Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles:
“Crezcan y multiplíquense y llenen la tierra. Todos los animales
los temerán y los respetarán a ustedes; las aves del cielo, los
reptiles de la tierra, los peces del mar están sujetos a ustedes.
Todo lo que vive y se mueve les servirá a ustedes de alimento;
se lo entrego a ustedes, lo mismo que los vegetales.
Pero no coman carne con sangre, pues en la sangre está la vida.
Por eso yo pediré cuentas de la sangre de ustedes, que es su vida;
se las pediré a cualquier animal; y al hombre también le pediré
cuentas de la vida de su hermano. Si alguien derrama la sangre de
un hombre, otro derramará la suya; porque Dios hizo al hombre
a su imagen. Ustedes crezcan y multiplíquense, extiéndanse por
la tierra y domínenla”.
También dijo Dios a Noé y a sus hijos: “Ahora establezco
una alianza con ustedes y con sus descendientes, con todos los
animales que los acompañaron, aves, ganados y fieras, con todos
los que salieron del arca, con todo ser viviente sobre la tierra. Esta
es la alianza que establezco con ustedes: No volveré a exterminar
la vida con el diluvio, ni habrá otro diluvio que destruya la tierra”.
Y añadió: “Esta es la señal de la alianza perpetua que yo
establezco con ustedes y con todo ser viviente que esté con
ustedes: pondré mi arco iris en el cielo, como señal de mi alianza
con la tierra”.
Palabra de Dios.
SALMO.
Salmo ( 101 )
R. El Señor ha mirado a la tierra desde el cielo.
Cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso, cuando
oiga el clamor del oprimido y no se muestre a sus plegarias sordo,
entonces al Señor temerán todos los pueblos, y su gloria verán
los poderosos.
R.
Esto se escribirá para el futuro y alabará al Señor el pueblo
nuevo, porque el Señor, desde su altura santa, ha mirado a la
tierra desde el cielo, para oír los gemidos del cautivo y librar de
la muerte al prisionero.
R.
Bajo tu protección, Señor, habitarán los hijos de tus siervos y
se establecerán sus descendientes. Tu nombre en Sión alabarán
por eso, cuando en Jerusalén, a darte culto, se reúnan, Señor,
todos los pueblos.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Marcos (8, 27-33)
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los
poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta
pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron:
“Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros,
que alguno de los profetas”.
Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó
que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del
hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la
muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo
llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a
sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate
de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los
hombres”.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN: Con la profesión de fe de Pedro culmina
la previa y gradual “auto-revelación” que Jesús ha
venido ofreciendo a los suyos. Y aquí, de inmediato, se
introduce el tema más amplio del «Mesías sufriente»,
con el consiguiente escándalo que en él va implícito.
Este tema –de honda raigambre profética (Cfr. Isaías
capítulos 42 y 53)– sólo vendrá a aclararse a la luz
de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La
interrogante que Jesús planteó en su momento a sus
discípulos sigue abierta. Ella, hoy como ayer, sigue
esperando la adecuada y comprometida respuesta de
nosotros los creyentes.