Palabra de Dios 25 de Julio de 2024. Fiesta, SANTIAGO APÓSTOL.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Segunda carta de Pablo a los corintios (4, 7-15)
Hermanos: Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para
que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y
no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas,
pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones,
pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no
desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en
nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste
también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar
expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo
que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa
en aquel texto de la Escritura: Creo, por eso hablo, también
nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que
resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y
nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien
de ustedes de manera que, al extenderse la gracia a más y más
personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de
Dios.
Palabra de Dios.
SALMO.
Salmo (125, l-2ab. 2cd-3. 4-5. 6)
R. Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran
con dolor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos
soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba
entonces la lengua de cantar.
R.
Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes
cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues
ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también
ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán
aquellos que siembran con dolor.
R.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando
vendrán con sus gavillas.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Mateo (20, 20-28)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de
Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una
petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?” Ella respondió:
“Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó:
“No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo
he de beber?” Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo:
“Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo
tiene reservado”.
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra
los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben
que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes
los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser
grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera
ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre
no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la
redención de todos”.
Palabra del Señor.
SANTIAGO APÓSTOL.
Santiago, hijo de Zebedeo, era hermano de Juan y compañero
de Pedro y Andrés. Antes de seguir el llamamiento de Jesús,
que los convirtió en sus Apóstoles, estos pescadores del lago
de Genesaret se habían acercado a Juan el Bautista para
escucharlo. Junto con Pedro y con Juan, Santiago fue testigo
de la transfiguración y de la agonía del Señor. El año 43 o 44,
Herodes Agripa I lo mandó decapitar.