Palabra de Dios 25 de Junio de 2024. Martes XII de Tiempo Ordinario.

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Evangelio del dia.

PRIMERA LECTURA.

Segundo libro de los Reyes (19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36)

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros
para decir a Ezequías: “Díganle esto a Ezequías, rey de Judá: ‘Que
no te engañe tu Dios, en el que confías, pensando que no será
entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria. Sabes bien que los
reyes de Asiria han exterminado a todos los países, ¿y crees que
sólo tú te vas a librar de mí?’ ”
Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó.
Luego se fue al templo, y desenrollando la carta delante del Señor,
hizo esta oración:
“Señor, Dios de Israel, que estás sobre los querubines, tú eres el
único Dios de todas las naciones del mundo, tú has hecho los cielos
y la tierra. Acerca, Señor, tus oídos y escucha; abre, Señor, tus ojos
y mira. Oye las palabras con que Senaquerib te ha insultado a ti,
Dios vivo. Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han exterminado
a todas las naciones y han entregado sus dioses al fuego, porque
ésos no son dioses, sino objetos de madera y de piedra, hechos
por hombres, y por eso han sido aniquilados. Pero tú, Señor, Dios
nuestro, sálvanos de su mano para que sepan todas las naciones
que sólo tú, Señor, eres Dios”.
Entonces el profeta Isaías, hijo de Amos, mandó decir a Ezequías:
“Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘He escuchado tu oración’. Esta es
la palabra que el Señor pronuncia contra Senaquerib, rey de Asiria:
‘Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; a tus
espaldas se ríe de ti la ciudad de Jerusalén.
De Jerusalén saldrá un pequeño grupo y del monte Sión unos
sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos lo cumplirá’.
Por eso, esto dice el Señor contra el rey de Asiria: ‘No entrará en
esta ciudad. No lanzará sus flechas contra ella. No se le acercará con
escudos ni levantará terraplenes frente a ella. Por el camino por donde
vino se volverá. No entrará en esta ciudad’. Palabra del Señor. ‘La
protegeré y la salvaré por ser yo quien soy y por David, mi siervo’ “.
Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió a ciento
ochenta y cinco mil hombres en el campamento asirio. Por la
mañana, al contemplar los cadáveres, Senaquerib, rey de Asiria,
levantó su campamento y regresó a Nínive.

Palabra de Dios.

SALMO.

Salmo (47, 2-3a. 3b-4. 10-11)

R. Recordamos, Señor, tu gran amor.

Grande es el Señor y muy digno de alabanza, en la ciudad de
nuestro Dios. Su monte santo, altura hermosa, es la alegría de toda
la tierra.
R.

El monte Sión, en el extremo norte, es la ciudad del rey
supremo. Entre sus baluartes ha surgido Dios como una fortaleza
inexpugnable.
R.

Recordamos, Señor, tu gran amor en medio de tu templo. Tu
renombre, Señor, y tu alabanza, llenan el mundo entero.
R.

EVANGELIO.

Evangelio según san Mateo (7, 6. 12-14)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No den a los
perros las cosas santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea
que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los
despedacen.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes.
En esto se resumen la ley y los profetas.
Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio
el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran
por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino
que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!”.

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN: El texto evangélico reúne tres sentencias
que, en principio, no guardan ninguna relación entre sí.
Ellos nos hablan de lo «santo», de la «regla de oro» y de la
«puerta estrecha». Es difícil precisar quién es esa gente
no merecedora de lo santo, comparada aquí incluso con
los animales impuros. La tan conocida regla de oro es
una universal norma de conducta, civilizada y moral.
La «puerta estrecha» es Jesús mismo (Cfr. Jn 10, 9) que
–al abrazar el camino de la Cruz– nos invita a seguirlo,
esforzándonos por ser fieles a los principios evangélicos.

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