Palabra de Dios 6 de agosto de 2022. Transfiguración del Señor.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Segunda carta del apóstol san Pedro (1, 16-19)
Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de
poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas
hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos
en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando
la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: “Este es mi Hijo
amado, en quien yo me complazco”. Y nosotros escuchamos esta voz,
venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que
con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en
la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.
Palabra de Dios.
SALMO.
Sal. 96, 1-2.5-6. 9
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo
entero. Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en
la justicia y el derecho.
R.
Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los
pueblos.
R.
Tú, Señor altísimo, estás muy por encima de la tierra y mucho más
en alto que los dioses.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Mateo (17,1-9)
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a
Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un
monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso
resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas
como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías,
conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos
aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y
de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en
quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los
discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se
acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando
entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a
nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado
de entre los muertos”.
Palabra del Señor.