Ungido dos veces para morir Mc 14, 2-8.
Hace aproximadamente 8 años, un amigo en USA fue condenado a morir y en una de sus cartas nos contó que ahora estaba entendiendo a Dios y a su hijo Jesús, la trama que vive Jesús no la puede describir, pero sí la suya, es de esa magnitud asfixiante, angustiosa, tan escabrosa que la mente se embota y no hay respuesta para lo que vive. Hace 9 años celebraban el cumpleaños de un amigo, cierto, nos pasamos de copas y provocamos un accidente mayúsculo que duele en el alma recordarlo, que la pena que me dieran es justa. Estaba ahí ante un jurado, un juez, gente pariente de los dolientes, los abogados, a merced de lo que decidieran ellos, se vino a mi mente como Jesús estuvo ante Pilato, los líderes y la muchedumbre: Mc 15:2-3 Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato lo interrogó de nuevo – ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. La diferencia es que yo lo merecía, había provocado muerte, estuve con la mirada baja, porque yo no podía levantar la mirada sin sentir el peso de su dolor, de su acusación de su rechazo, de su piedad, etc.; pero… la verdad, no se compara con lo de Jesús, es más entiendo la muerte de él, pero no su designio, constantemente mi mente se imagina y cuestiona.
Ungido dos veces.
Primera unción.
En Israel, sabemos que a los reyes y sacerdotes los ungían para dar validez a su monarquía, su sacerdocio, para hacer licito la elección que Dios ha hecho, para garantizar la misión que se le encomienda, para que se dé cumplimiento a los deseo de Dios, así como certificar la autenticidad de su elección.
A Jesús su Padre lo ha elegido para cumplir el objetivo más difícil: “la salvación de los hombres”, el Padre lo unge para darle la autenticidad de su misión, la legalidad, validez: después del bautizo el Padre señala ungiendo: Mc 1:11 Se oyó una voz del cielo que dijo: –Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto. Más adelante certifica el Padre ante la humanidad que su hijo es el ungido de él para que en su nombre obre: Mat 17:5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía: –Éste es mi Hijo querido, mi predilecto. Escúchenlo. Jesús en su oración hace notar la relación que existe tan estrecha entre el Padre y él, a tal grado de profundizar más en la misión encomendada: Jn 17:4 Yo te he dado gloria en la tierra cumpliendo la tarea que me encargaste hacer. Para Jesús lo importante como todo hijo es cumplir la voluntad del Padre y Jesús honra a su Padre, en pocas palabras es su alimento: Joh 4:34 Jesús les dice: –Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y concluir su obra. La manera de ungir era a través de aceite, perfumado puesto principalmente en el cuerno o frasco.
Segunda unción.
Es probablemente la más difícil de entender, esa unción la hace la misma humanidad, una mujer pecadora lleva acabo el ritual, no es sacerdote, no es un profeta, no es un rey: Estando él en Betania, invitado en casa de Simón el Leproso, llegó una mujer con un frasco muy costoso de perfume de nardo puro. Quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Lucas asegura que es una mujer pecadora: Lc 7:37 En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra.
No se hizo fanfarria como a un personaje importante, es más, había cierto dejo de mofa por parte del fariseo cuando la mujer lo tocaba. LC 7:39 Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora. La mujer nos representa, los pecadores clamamos a Dios, gritamos a Dios nos libere del pecado, los pecadores muchas veces nos hacemos los fuertes, Juan el bautista reconoce incluso ser indigno para hacer el trabajo servil de desatar las sandalias de Jesús y la mujer es todavía más humilde, en pocas palabras: nos ponemos en el lugar que nos corresponde: Lc 7:38 se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra.
Hay tantos buenos deseos en los pecadores de ser liberados que muchos van actuar con enorme sinceridad. Los más renuentes, pecadores insolentes, necios y testarudos, no verán pecado en ellos, pero Jesús va más allá con los pecadores: Luk 7:40-43 Jesús tomó la palabra y le dijo: –Simón, tengo algo que decirte. Contestó: –Dilo, maestro.
Le dijo: –Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo amará más? Contestó Simón: –Supongo que aquél a quien más le perdonó.
Los más pecadores son por quien tiene mayor misericordia y es una mujer que nos representa, que es pecadora de esas duras, sí, pero esa unción que le ha hecho a nuestro Señor, determina el valor de la unción, sino lo acepta al pecador, ¿cómo salvar al pecador?, se podría afirmar que Jesús acepta la unción de la humanidad en esa solidaridad y sacrificio.
Hasta aquí lo puede entender el sentenciado a muerte, lo que no entiende es porque va a morir un inocente. Él sabe que ha ocasionado pérdidas valiosas a otros seres, ha causado un dolor extremoso y ha hecho vivir un infierno a los parientes de aquellas víctimas, pero… ¿Jesús por qué?, ¿qué mal ha hecho?
La aceptación de la realidad.
La muerte de mi amigo, quizá no deje satisfecho a los dolientes, puede que en su corazón sufriente sienten que deba de ser más lo que tenga que padecer, más, solo se puede morir una vez, y no hay elementos para morir y le apliquen de nuevo la muerte, de ahí radica la gracia de Dios. Da lo que más ama, lo entrega a muerte, pero no de corazón de infartos, o de una golpiza o en la silla eléctrica.
Sin merecer morir, Jesús acepta la muerte, no va a ser fácil cuando todo el mal se vierta para devorar a Jesús, pero, Jesús tiene algo más que eso: es quien se ha acreditado, licitado, ungido, validado para morir por la humanidad. La sangre es ineludible pues será el precio.
Mi amigo no puede comprender porque va a morir un inocente, ¿por qué ha aceptado la elección él ungido?, quizá esa pregunta hoy me la pueda hacer yo mismo: ¿para qué morir por que quizá ya no tenga remedio?, ¿cómo valorar la vida a partir de este momento?, ¿por qué hemos elegido a Jesús nuestro Señor para morir?: Mc 14:7 Ha hecho lo que podía: se ha adelantado a preparar mi cuerpo para la sepultura.
Solo podemos llegar a una conclusión: ¡cuánto derroche de amor!