Hay un aspecto en el cual Pío X, consiguió un dominio absoluto, revelándose una vez más como “el papa de lo sobrenatural” como, con frase exacta y feliz, lo definió el Episcopado piamontés. Es el aspecto de la santidad
¿Quién no recuerda, como recordamos nosotros, “aquella mirada suya, dulce y serena, aquella voz tan simpática, casi musical” aquella expresión tan angélica de su cara que a un eminentísimo cardenal hacia exclamar: “Pío X, es un Papa que no viene de la tierra, sino del cielo”?
No puede tener idea de ello quien no ha escuchado aquellas palabras tan dulces, tan suaves y tan amenas, que coloreaban fielmente su pensamiento y manifestaban la santidad de su alma.
Había en él algo sobrehumano que lo hacía inolvidable.
El Ilmo. Mons. Baudrillart, de la Academia de Francia y rector del Instituto de Paris, que de 1907 a 1914 iba cada año a Roma para ver al papa Pío X, recordaba:
“su mirada, sus palabras, su personalidad, expresaban tres cosas: bondad, firmeza, fe.
La bondad nos muestra al hombre; la firmeza al guía; la fe al cristiano, al sacerdote, al Pontífice, al hombre de Dios.
El fue el más sobrenatural de los hombres. Aquel “Deus providebit: Dios proveerá” que continuamente brotaba de sus labios era la expresión más significativa de su alma llena de fe profunda. Por ello, no reparaba en sus consecuencias, seguro de que de un mal secundario o pasajero de Dios sacaría un bien superior y durable.
Tenía la clarividencia de lo recto, aquella clarividencia que ninguna mentira, ningún sofisma, ninguna hipocresía conseguían engañar. Tranquilo, imperturbable, él ha denunciado y condenado el mal donde quiera lo ha visto; ninguna consideración humana ha podido nunca doblegarlo… Pío X, ha demostrado ser un gran hombre de gobierno.
Jamás un Pontífice ha sido más reformador y más moderno que él. Fiel a su lema, lo ha restaurado todo y lo ha renovado todo en Jesucristo.
“Los gobiernos han podido temerlo, pero él ha sido amado con ternura por los pueblos, por todos los buenos y sencillos fieles, porque es piadoso, porque es santo, porque es padre”
El Emmo. Cardenal Enrique Lucon, arzobispo de Reims, en una carta suya del 15 de agosto de 1923, escribía lo siguiente:
“en las numerosas audiencias que Pío X, se ha dignado concederme, he quedado siempre profundamente impresionado y edificado por su espíritu de fe, por la alteza sobrenatural de miras y por la santidad de sus palabras.”
El ministro de la Argentina cerca de la Santa Sede, S.E. Daniel García- Mansilla, testimoniaba:
“La primera impresión que me hizo el Siervo de Dios fue la de un hombre que irradia santidad, y rompí en llanto; lo cual no me había sucedido nunca. Y añado que de los cuatro Papas que he tenido el honor de tratar, ninguno me hizo una impresión tan profunda de santidad como Pío X.”
El Siervo de Dios, D. Luis Orione, tan querido del pueblo italiano por su caridad milagrosa, afirmaba:
“Más de una vez me ha parecido ver la cara del Padre Santo iluminada por tanta luz espiritual que me parecía como si en torno a su frente irradiase un rayo de predestinación.”
Un ilustre académico de Francia aseguraba:
“No era posible acercarse a Pío X, sin conmoverse por la dulzura y la grandeza que en él había. Esta dulzura y esta grandeza siempre la habían poseído. Los peregrinos de todo el mundo lo notaban. En las ceremonias publicas tenia la majestad solemne del Vicario de Cristo, mientras que sus ojos maravillosos parecía como si penetraran la eternidad”.
Su secretario de Estado, el cardenal Merry del Val, el 1 de agosto de 1928, hablando con un redactor de un gran periódico de Bruselas, se expresaba así:
“Pío X, tenía un alma que conmovía a cuantos con el Vivian. Yo mismo me sentía profundamente conmovido y me parecía casi imposible que hubiese nacido en un pueblecito. Parecía más bien que hubiese sido educado en una familia de reyes. Era su santidad lo que daba a su origen humilde un sello de nobleza que sorprendía.”
Testimonios magníficos, que nos abren el camino para señalar sus eminentes virtudes características, aquellas que imprimieron a su fisonomía de santo una luz que le conquisto la admiración de todas las clases sociales.