Guardia de Honor
La preciosísima Ofrenda de las almas Consoladoras
El jardín cerrado por la culpa de nuestro primer padre, nos fue abierto por la lanza: “Yo dije en un transporte de amor: subiré a la Cruz y tomare sus frutos” Adán pecador seco para nosotros la fuente de la vida, esta fuente sellada brota abundantemente del Costado abierto de Jesucristo; los sacramentos, como siete arroyos vivificantes derramándose, regaran las almas: “sacaran con alegría agua de las fuentes del Salvador” (Is. 12,3) “El que tenga sed que venga a mí y beba; el que quiera, reciba gratuitamente el agua que da vida. En fin, porque Él es la vida, ha consentido en gustar la muerte”. “Una posteridad numerosa nacerá de Él” (Gen 22,17)
La Iglesia, según el lenguaje de los Padres y Doctores, salió del Costado abierto del nuevo Adán, (Jesucristo) dormido en el árbol de la Cruz, y todas las gracias, todos los tesoros acumulados en su Corazón salieron para formar el dote magnifico de su real esposa, porque la Iglesia, como Eva, era no solamente la Hija, sino la esposa de Aquel que la había engendrado.
La Divina Cooperadora de esta grande obra, María, comprendió que la Iglesia, “la muy amada del muy Amado, muerto de Amor para darle la vida, estaba confiada a su tierna solicitud. Cooperando con el Espíritu Santo, ayudara a edificar este cuerpo místico del Salvador hasta el día en que, convertida en nueva Jerusalén, adornada como una esposa lo está para su esposo” (Ap. 22,20) pronunciara la última palabra del destierro: “Ven, Señor Jesús a la que el esposo responderá: “He aquí que vengo” (Ap. 20,24)
Pero no es esto sólo:
El Cordero sacrificado del Apocalipsis, permanecerá en pie sobre el Altar del sacrificio; para darnos a entender que no cesa de ofrecerse por nosotros a su Padre; y que por Él, con Él, y en Él debemos nosotros continuar la grande inmolación de la cruz; y proseguir a través de los siglos la misa comenzada en el Calvario. He aquí porque Jesucristo no ha podido ofrecer esta misteriosa efusión de sangre y agua: ¡estaba muerto! Pero la Iglesia en la persona de María, de Juan y de Magdalena, está recibiendo este cáliz de nueva Alianza y continuando el augusto sacrificio. Es decir, que el sacerdocio instituido en la cena, y nacido de la inmensidad del amor de Cristo, debía ser consagrado en el Calvario, por la sangre misma de su Corazón.
María, la Reina de la Jerarquía, recibió la primera, si no el carácter sacerdotal, al menos la plenitud del Espíritu del sacerdocio.
Juan y los hijos del santuario eran, por esta adorable Sangre, ungidos y consagrados Sacerdotes para siempre jamás.
Magdalena y todos los miembros de la Santa Iglesia, aquellos que el Apóstol Pedro llama linaje sacerdotal y real, estaban allí revestidos de un místico sacerdocio, y todos juntos adorando al Cordero herido en el Corazón, podían decir: “Nos ha hecho sacerdotes de Dios, su Padre” (Ap. 1,6)
¡Conmovedor misterio del Corazón traspasado de Jesús!
¡Punto de vista tan rico y tan fecundo de la Devoción a este Corazón adorable! Los guardias de honor ante todos y sobre todos los demás cristianos deber hacerle el objeto especial de su culto, y convidar a todo el mundo a que venda a rodearle para rendirle Homenaje.
Santa Margarita María, lo había comprendido muy bien, cuando dibujando la primera imagen del Corazón de Jesús, trazó en medio una ancha herida en la cual escribió esta sola palabra: ¡Amor! muchos Doctores y Padres de la Iglesia, San Agustín, San Bernardo, San Buenaventura y san Francisco de Sales también habían exaltado este tierno misterio del Corazón de Jesús abierto por la lanza, pero sus acentos no fueron escuchados y pocos los comprendieron.