Amigos del Sagrado Corazón de Jesús
Los Arcángeles y San Gabriel
Se celebra el 29 de septiembre
Protector de la Hora de Presencia de 10 a 11
El Arcángel Gabriel se aparece a los hombres para transmitirles la Palabra Divina. Su nombre significa servidor de Dios, y también Dios se ha mostrado fuerte. Se presenta siempre como portador de gratas noticias. Sobre todo es el encargado por Dios para transmitir el más alegre de todos los mensajes: la Encarnación del Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento ya había anunciado al Profeta Daniel el tiempo de la venida del Mesías. A nuestra Señora le comunica de parte de Dios el misterio inefable de la Encarnación de su Hijo, que tendrá lugar en su seno purísimo. Por esto a la Virgen María no le fue enviado un Ángel cualquiera, sino el Arcángel Gabriel, ya que el mensaje de la trascendencia requería que fuese transmitido por un Ángel de la máxima categoría. A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa fortaleza de Dios, porque venía a anunciar a Aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a Principados y Potestades. Era, pues, natural que Aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y héroe de las batallas, y adorara su Sagrado Corazón desde el primer día de su vida en la tierra.
Al Arcángel Gabriel lo conocemos por su relación con la vida que nace: de un modo sobrenatural y misterioso. Los hijos siempre son una buena nueva en la que interviene Dios directamente. Cada criatura que viene al mundo trae consigo un designio divino. Por eso, los padres son colaboradores de Dios y administradores de las fuentes de la vida que les han sido dadas por Dios para que tengan hijos que lo amen, lo conozcan, le sirvan y puedan después alcanzar la vida eterna. Ante la agresividad de propagandas antinatalistas, los padres han de ser responsables de su paternidad ante Dios. El Papa Juan Pablo II nos decía: “para poder vivir una vida gozosa de familia se requieren sacrificios, tanto de parte de los hijos. Cada miembro de la familia debe convertirse en sirvo de los otros, compartiendo las cargas. Es necesario que cada uno sea solicito no solo por la propia vida, sino también por la de los otros miembros de la familia: por sus necesidades, esperanzas e ideales.
El Señor premia, ya aquí en la tierra, esta generosidad, que es fruto de conocer y cumplir la Voluntad de Dios, en esto como en todos los demás. No hay que olvidar que el matrimonio es un camino divino grande y maravilloso, y como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la gracia, de generosidad, de entrega y de servicio.”