Ofrece lo que padeció Nuestro Señor con el grave peso de la Cruz hasta ser en ella crucificado, y dirás:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande fatiga de llevar la cruz, tan pesada, sobre los hombros tan flacos y sobre las muchas heridas que tenías en vuestro santísimo Cuerpo.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas mortales congojas que os ocasionaron los soldados en el camino del calvario tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que os hicieron con las injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con tantos malos tratamientos como si fuerais el mas malvado hombre dl mundo que llevaban al suplicio.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres veces que caísteis con el grave peso de la cruz, debilitado y sin fuerzas, y la más grande paciencia divina con que sufristeis aquella grande impiedad con que os levantaron del suelo tirando de las sogas con que os llevaban atado.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel sumo desprecio con que fuisteis escarnecido y vituperado de todo el pueblo y acompañado de unos ladrones, como el más facineroso del mundo.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella pena y dolor con que vuestra Madre Santísima os iba buscando por las calles de Jerusalén, hasta hallaros en la calle de la Amargura, quedando vuestros corazones traspasados de indecible dolor.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gran flaqueza y desmayo que sentisteis y no pudiendo caminar con el grave peso de la cruz os dieron al Cirineo para que os ayudase a llevarla hasta el Calvario.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel intenso dolor que sentisteis cuando con tanta impiedad os arrancaron y quitaron la túnica, que estaba pegada a las llagas de vuestro santísimo Cuerpo, y se renovaron todas las heridas, arrojando por todas ellas gran copia de sangre, y en especial de la cabeza por haberse removido la corona de espinas.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos mortales dolores que sentisteis en las manos y los pies cuando os clavaron en la cruz, y así mismo los dolores de vuestra madre santísima cuando veía poner los clavos y sentía los golpes.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella oferta sacrosanta que Vos mismo hicisteis al Eterno Padre en el altar de la santísima cruz para redimir al hombre y abrirnos las puertas del Cielo.
Alabado seáis, mi Dios.
Oración
Para cada día después de los ofrecimientos:
Dios eterno, por tu inmensa clemencia, en nombre de tu Hijo Jesucristo y por los méritos de su Pasión santísima, te suplico con cedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna como los desean. También te pido humildemente Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los hombres hemos cometido, que a todos nos des verdadero arrepentimiento para enmendarnos y observar tu divina Ley, con los auxilio de gracia que necesitamos para mejor servirte en esta vida y alabarte en la eterna gloria que esperamos por tu infinita misericordia.
Amén.
Padre nuestro… Avemaría… Gloria…
Oración
¡Oh Dios, Creador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitaron. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos.