“La Sagrada Pasión de nuestro Señor Jesucristo”
Por las benditas animas del Purgatorio
Sábado
Ofrece lo que padeció Nuestro Señor en la Cruz mientras en ella estuvo vivo y pendiente; dirás lo que sigue:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella suma de todos los grandes dolores que en Vuestro divino Cuerpo padecisteis desde los pies a la cabeza, sin haber parte que no padeciese y fuese atormentada con pena vehementísima.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres horas que estuvisteis vivo pendiente de la cruz, con aquellos sumos dolores de las manos, pies y cabeza, por las heridas de los clavos y las espinas y de todas las llagas de vuestro santísimo Cuerpo.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos dolores mortales que atormentaban vuestro piadosísimo Corazón, singularmente viendo a vuestra santísima Madre al pie de la cruz, al amado discípulo y a la penitente y fiel Magdalena.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, el dolor que os causaron aquellas palabras injuriosas que os gritaban os judíos ingratos estando clavado en el madero santo de la cruz.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas fervientes lagrimas con que, estando en la cruz, rogabais al Eterno Padre que perdonase a vuestros enemigos.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella sed ardientísima que os atormentaba las entrañas cuando exclamasteis diciendo: “Tengo sed”
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella bebida amarga de hiel y vinagre que os dieron en una esponja y gustándola, llenasteis de amargura vuestra dulcísima boca.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel doloroso clamor que diste viéndote desamparado del Padre explicando tu dolor con aquellas misteriosas palabras: “Dios mío, ¿Por qué me habéis desamparado?
Alabado seáis, mi Dios.