” La Sagrada Pasión de nuestro Señor Jesucristo”
Por las benditas animas del Purgatorio
Martes
Ofrece los tormentos que el Señor padeció en la noche de su Pasión en la casa de Caifás, diciendo:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel grande ultraje con que fuisteis llevado y puesto en la presencia del pontífice Caifás, quien os recibió con infernal indignación y os hizo blanco de sus iras y la de los ministros y soldados que estaban con él.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las acusaciones inicuas y falsos testimonios que os levantaron aquellos hombres vilísimos, no habiéndose testificado cosa alguna contra vuestra inocencia.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel admirable silencio vuestro, no respondiendo ni una palabra para defenderos de tantas falsedades, injurias y calumnias como os imponían, dejándonos ese ejemplo admirable para seguiros en nuestras adversidades.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel torpe y escandaloso conjuro que os hizo el soberbio Caifás para que respondieseis si erais Hijo de Dios, a quien con profundísima humildad, por reverencia del Padre, respondisteis que sí, y que con grande majestad vendríais a juzgar el mundo.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa afrenta que os hicieron aquellos ministros infernales después de haber oído vuestra respuesta, y debiendo postrarse y adoraros como verdadero Dios, os publicaron por blasfemo y hombre merecedor de afrentosa muerte.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel rabioso furor con que los pérfidos judíos os embistieron después que confesasteis ser Hijos de Dios vivo, hiriendo con crueles bofetadas vuestro divino rostro, y maltratando vuestro Cuerpo santísimo con fieros golpes, llevando Vos con tanta mansedumbre éstas ofensas horribles, que no se os oyó la menor queja.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel oprobio vilísimo de escupiros en vuestro soberano rostro con tan hediondas salivas, que no se hallan palabras para explicar tan grande desprecio.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa burla con que te trataron los pérfidos judíos, cuando os vendaron los ojos y dándoos muchos golpes, decían:
“Profetiza quien te ha herido, pues te precias de ser Profeta”
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las tres negaciones lamentabilísimas de vuestro apóstol San Pedro y la grande compasión que de él tuvisteis cuando con tanta piedad le mirasteis, que vuelto en sí, se dolió y comenzó a llorar amargamente su pecado.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, todas aquellas penas y ultrajes que padecisteis en toda aquella tristísima y funesta noche, habiendo quedado al arbitrio de vuestros enemigos y de gente vilísima para ser atormentado a su voluntad no cesando de afligiros con todos aquellos géneros de tormentos, afrentas y desprecios que invento su diabólica crueldad.
Alabado seáis, mi Dios.
Oración
Para cada día después de los ofrecimientos:
Dios eterno, por tu inmensa clemencia, en nombre de tu Hijo Jesucristo y por los méritos de su Pasión santísima, te suplico con cedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna como los desean. También te pido humildemente Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los hombres hemos cometido, que a todos nos des verdadero arrepentimiento para enmendarnos y observar tu divina Ley, con los auxilio de gracia que necesitamos para mejor servirte en esta vida y alabarte en la eterna gloria que esperamos por tu infinita misericordia.
Amén.
Padre nuestro… Avemaría… Gloria…
Oración
¡Oh Dios, Creador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitaron. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.