“La Sagrada Pasión de nuestro Señor Jesucristo”
Por las benditas animas del Purgatorio
Jueves
Ofrece el acerbísimo tormento de la corona de espinas, como sigue:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos pasos dolorosos que disteis cuando os llevaban al lugar de la coronación de espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaba vuestra Sangre preciosísima, después de la áspera y cruel flagelación.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel vivo dolor que sentisteis cuando os desnudaron segunda vez, renovando las llagas de los azotes al despertar la túnica de vuestro santísimo Cuerpo, con inhumana crueldad.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella Sangre preciosa que salió de vuestra divina cabeza corriendo hasta la tierra, estando Vos con humildad profundísima sujeto a aquellos cruelísimos tiranos, ofreciendo al Eterno Padre, por nuestra salvación eterna, tan atroz tormento.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos afrentosos golpes que os dieron sobre la corona de espinas con la misma caña que os pusieron por cetro, para que penetrasen más sus puntas y fuesen más profundas las heridas.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos oprobios, injurias y baldones que os hicieron los soldados, cuando, puestos de rodillas, os dieron tantas bofetadas, saludándoos ignominiosamente con aquellas irrisorias palabras “Dios te salve, Rey de los judíos”, como si fueras rey de burlas.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande afrenta, cuando con hediondas salivas mancharon los soldados insolentes vuestro divino Rostro, con tanta copia que os desfiguraron del todo.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella virginal y angelical erubescencia que sentisteis cuando en aquella lamentable forma, casi desnudo, os mostro Pilatos al numeroso pueblo, diciendo: Hacce Homo,
Alavado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, el dolor que os causo aquel grito diabólico del pueblo judaico cuando clamo diciendo “crucifícale, crucifícale” llenando de pavor y espanto mortal a vuestro purisísimo Corazón por la sangrienta muerte a que os condenaba.
Alabado seáis, mi Dios.
Oración
Para cada día después de los ofrecimientos:
Dios eterno, por tu inmensa clemencia, en nombre de tu Hijo Jesucristo y por los méritos de su Pasión santísima, te suplico con cedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna como los desean. También te pido humildemente Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los hombres hemos cometido, que a todos nos des verdadero arrepentimiento para enmendarnos y observar tu divina Ley, con los auxilio de gracia que necesitamos para mejor servirte en esta vida y alabarte en la eterna gloria que esperamos por tu infinita misericordia.
Amén.
Padre nuestro… Avemaría… Gloria…
Oración
¡Oh Dios, Creador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitaron. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.