Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales”
Conclusión para esta primera purificación
Hecha la anterior protestación, oye atenta con todo tu corazón y espíritu, la palabra de tu absolución, que el mismo Salvador de tu alma, sentado en el trono de su misericordia, pronunciara desde el trono de su majestad en el cielo, delante de todos los ángeles y santos, al mismo tiempo que acá abajo te absuelve el sacerdote, en su nombre; y alegrándose toda esta compañía de bienaventurados, con tu buena suerte, cantará el canto espiritual con una alegría sin igual, dando a todos, el beso de paz y amistad, a tu corazón, santificado y puesto ya en gracia.
¡Querida Filotea, y cuan admirable es este contrato, por cuyo medio haces un trato feliz con la divina Majestad; pues dándote a ella, vienes a ganarla y a ganarte, mediante la vida eterna!
No falta, pues, otra cosa que, tomando la pluma en la mano, firmes con tu corazón el acto de tu protesto, y que después vayas al altar donde recíprocamente, Dios firmara y sellara tu absolución y la promesa que te hará de su santo reino, poniéndose Él mismo por su sacramento, como señal y sello sagrado, sobre tu renovado corazón.
De esta manera, me parece, que quedará purgada tu alma, del pecado y de todas las aficiones que de él dependen. Pero como estos afectos renacen fácilmente en el alma, por causa de nuestra fragilidad y concupiscencia (la cual, aunque mortificada, no puede morir durante esta vida mortal) te daré avisos (1) que bien practicados, te preservarán del pecado mortal, para que nunca más tenga lugar en tu corazón. Y como estos avisos sirven aun para una purificación más perfecta, quiero, antes de dártelos, decirte alguna cosa de esta pureza, a la cual deseo conducirte.
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Se refiere a las otras partes que componen la introducción a la vida devota y que no están incluidas en este libro.