Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales”
Meditación III “De los beneficios de Dios”
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Preparación
Ponte en la presencia de Dios
Ruégale que te inspire
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Consideraciones:
Considera las gracias corporales que Dios te ha dado: El cuerpo, la comodidad para sustentarle, la salud, consolaciones, los amigos, las asistencias. Pero considéralo comparando con tantas otras personas que valen más que tú y que carecen de estos beneficios:
Unos, gastados de cuerpo, de salud, y miembros; otros, puestos a merced de los oprobios, del menosprecio y de la deshonra, otros, rematados de pobreza.
Y Dios no ha querido que tú fueras tan miserable.
Considera los dones del Espíritu: mira cuantos hombres hay en el mundo, torpes, rabiosos, insensatos ¿Por qué no eres tu uno de ellos? ¿Te ha favorecido Dios?
¡Cuántos hay que han sido criados rústicamente y en extrema ignorancia, y la Divina Providencia te ha dado una crianza honrada y civil!
Considera las gracias espirituales: tú eres de los hijos de la Iglesia, Dios te ha enseñado a conocerle desde tu juventud.
¡Cuántas veces te ha dado sus Sacramentos!
¡Cuántas veces te ha dado inspiraciones, luces interiores!
¡Cuántas veces te ha perdonado tus faltas!
¡Cuántas veces te ha librado de las ocasiones a que, en tu ruina y perdición estabas expuesta!
Y los años pasados, ¿no han sido un espacio y comodidad para adelantarse en el bien de tu alma? Mira detenidamente, cuan dulce y propicio te ha sido Dios.
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Afectos y Compromisos:
Maravíllate de la bondad de Dios:
¡Oh, cuán bueno es mi Dios para conmigo! ¡Qué bueno! Porque tú Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
¡Oh lama mía, contemos por siempre todas las gracias que nos ha hecho!
Admírate de tu ingratitud:
Pero ¿qué cosa soy yo, Señor, para que Tú te hayas acordado de mí? ¡Mi indignidad es grande!
¡Hay de mí, que he atropellado tus beneficios. He deshonrado tus gracias, convirtiéndolas en abuso y menosprecio de tu soberana bondad!
Yo he opuesto el abismo de mi ingratitud, al abismo de tu favor y gracia.
Aviva en ti sentimientos de reconocimiento:
¡Ea, pues, oh corazón mío! No quieras mas ser infiel, ingrato y desleal a ese gran bienhechor
Y, ¿cómo no estarás desde hoy adherida a Dios, que ha hecho tantas maravillas y gracias en mí y por mí?
Retira pues, tu cuerpo, de tales y tales voluntades:
Sujétale al servicio de Dios, que ha hecho tanto por él.
Aplica tu alma para conocerlo y reconocerlo con tales y tales ejercicios que se requieren para esto: emplea con mucho cuidado los medios que la Iglesia tiene para salvarte.
Yo amare a Dios. Si. Yo frecuentare la oración y sacramentos. Oiré la santa Palabra. Practicare las inspiraciones y los consejos.
un corazon sincero busca una mirada de ternura, justa, leal.