Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales”
Segunda Purificación: el afecto al pecado. Algunos salen del pecado, pero, siguen aficionados a él.
Todos los israelitas salieron efectivamente de la tierra de Egipto, pero no todos lo hicieron de buena gana por lo que muchos de ellos, en medio del desierto, se acordaban con nostalgia de las cebollas y de los manjares de aquella tierra.
Así también hay penitentes que, en efecto, salen del pecado (se confiesan) sin perderle el afecto que le tienen; es decir, hacen el propósito de nunca más pecar, pero tienen cierto pesar de sentirse privados y deberse abstener de los deleites del pecado. Sus corazones renuncian al pecado, procurando apartarse de él, pero no por eso dejan de volverse de su bando, como lo hizo la mujer de Loth, mirando hacia atrás ala retirarse de Sodoma.
Se abstienen del pecado como los enfermos, de los melones. No los comen porque los médicos les han pronosticado la muerte si los prueban; pero no por eso dejan de sentir pena de tener que hacerlo: hablan de ellos, preguntan si sería posible el comerlos, quieren por lo menor olerlos y tienen por dichosos a los que pueden gustarlos.
Así también estos flacos y débiles penitentes se abstienen por algún tiempo del pecado, mas contra su propia voluntad; querían poder pecar sin ser condenados; hablan con sentimiento y gusto del pecado, y tienen por satisfechos a los que le cometen.
Un hombre decidido a vengarse cambiara de propósito en la confesión, pero poco después, le hallaran entre sus amigos, deleitándose en hablar de la pendencia pasada. Les dirá que si no hubiera sido por el temor que siente hacia Dios, habría obrado de esta y aquella manera, y que la ley divina, en lo referente al perdón de sus enemigos, es muy difícil de cumplir; que ojala estuviese permitida la venganza.
¿Quién pues, no se da cuenta que, aunque este pobre hombre está fuera de pecado, no por eso deja la afición que le tiene; y que hallándose efectivamente fuera de Egipto, apetece aún los ajos y cebollas que solía comer?
Idénticamente se comporta la mujer, que habiendo dejando sus lascivos amores, no por eso deja de recrearse con los requiebros y agasajos que le hace.