Con su fe y su obra maternal, la Virgen María colaboró de manera única en nuestra redención, hasta el punto de que Isabel pudo llamarla “bendita entre las mujeres” (Lucas 1,42) y añadió: “Bienaventurada la que ha creído” (Lucas 1,45) convertida en discípula de su Hijo, María manifestó hasta el pie de la cruz, donde recibió de Él una misión materna para todos sus discípulos de todos los tiempos, representados por San Juan (Juan 19, 25-27)