Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Para todos los días del mes. Día 24. El poder de Jesús contra los demonios.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Acto de Contrición
Misericordia, Señor, hemos pecado. Por tu inmensa compasión borra nuestras culpas. Contra Ti, contra Ti sólo pecamos. Cometimos las maldades que Tú aborreces. Aparta de nuestros pecados tu vista. Borra de nuestras almas toda culpa. Oh Dios crea en cada uno un corazón puro, y no alejes de nosotros tu Santo Espíritu. Como se aleja el Oriente del Occidente, así tú alejas nuestros pecados. Tú perdonas nuestras faltas. Eres compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos castigas como lo exigen nuestras culpas. Como se eleva el cielo sobre la tierra, así se eleva tu bondad sobre nosotros. Como un padre siente ternura por sus hijos, así Tú, oh Dios, sientes compasión por tus servidores. Sabes de qué estamos hechos y recuerdas que somos barro. Tu misericordia, Señor, dura por siempre. Recuerda Señor que tu ternura y tu misericordia son eternas: no te acuerdes de nuestros pecados ni de las maldades de nuestra vida pasada. Acuérdate de nosotros con misericordia, por tu bondad, Señor. Por el honor de tu Nombre perdona nuestras culpas que son muchas. Te lo suplicamos en el nombre de Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Acto de Consagración
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten misericordia de uno y de otros, benignamente Jesús, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que estos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la bondad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia, segura y completa libertad; otorga la paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro… Avemaría… Gloria al Padre…
Día 24
El poder de Jesús contra los demonios.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con fuerte voz: “¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.” Es que él había dicho: “Espíritu inmundo, sal de este hombre.” Y le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” le contesta: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos.” Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: “Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.” Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara –unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y demás aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.
Llegan junto a Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado vestido y en su santo juicio, y se llenaron de temor: los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él. Pero no se lo concedió, sino le dijo: “Vete a tu casa, con los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.” Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
Palabra del Señor.
Señor: si tú quieres, puedes sanarme,
Quiero: queda sano.
Plegaria
Sagrado Corazón, en ti confío
Postrado ante tus pies, humildemente, vengo a pedirte dulce Jesús mío, poderte repetir constantemente:
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
Si la confianza es prueba de ternura, esta prueba de amor darte yo ansío, aún cuando esté sumido en amargura:
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
En las horas más tristes de mi vida, cuando todos me dejen, ¡oh Dios mío! Y el alma esté por penas combatida:
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
Aunque sienta venir la desconfianza, y aunque todos me miren con desvío, no será confundida mi esperanza:
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
Si contraje contigo santa alianza y te di todo mi amor y mi albedrío ¿Cómo ha de ser frustrada mi esperanza?
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
Y siento una confianza de tal suerte, que sin temor a nada, Jesús mío, espero repetir hasta la muerte:
¡Sagrado Corazón, en ti confío!
Una noticia agradabilísima
Entre los mensajes del Sagrado Corazón de Jesús le dio a santa Margarita hay uno que ha llenado de consuelo y de esperanza a millones de personas. Dice así:
Si quieres agradarme, confía en Mí
Si quieres agradarme más, confía más
Confía inmensamente en Mí.
Esto es como la repetición de lo que dice el salmo 83: “Señor: dichosos los que confían en ti” y de lo que anunció el profeta Jeremías: “Benditos los que confían en Dios. Serán como árbol plantado junto a las aguas, que conserva su verdor y produce muy buenos frutos.” Ya el Salmo 125 había dicho: “Los que confían en Dios son como el Monte Sion: no cede ante las dificultades.”
Jesús decía también a santa Margarita: “Confía en mi. Mira que únicamente te faltarán mis ayudas cuando a mí se me acaben mis poderes. O sea, nunca”
Enemigos de la confianza
El Padre Mateo Crawley, gran apóstol de la Devoción al Sagrado Corazón, quien por orden del Sumo Pontífice San Pío X recorrió muchos países recomendando que cada hogar y cada persona se consagren al Corazón de Jesús, decía:
“La confianza en el Corazón de Jesús tiene 4 enemigos que la atacan:
1° El primer enemigo es: Tener alma como las personas del Antiguo Testamento. Las cuales sentían hacia Dios más terror que amor. El Hijo de Dios se hizo niñito en Belén por salvarnos y todavía le decimos: “Recuerde que es Dios y aléjese de nosotros pecadores” Jesús nos dijo que es medico de las almas que busca enfermos espirituales para curar, y seguimos teniendo miedo a acercarnos a que nos cure las llagas del alma. Hay que reemplazar el terror por el amor y la confianza en nuestro Señor”.
2° Enemigo de la confianza en Dios es: el dudar de su ayuda porque se demora en responder nuestras peticiones. Dios no es instantáneo, y la oración no es una orden que le damos para que inmediatamente obre lo que le pedimos. Él espera y a veces mucho tiempo, pero si nos cansamos de pedir, al fin responde a nuestras peticiones si ellas convienen para nuestra eterna salvación. Y si no, entonces nos concede otros favores mejores.
3° Enemigo de la Confianza en Dios: por ser tan pecadores, imaginar que ya no nos va a ayudar. Eso es olvidar con qué clasecita de gente se codeaba Jesús: la Magdalena, arrepentida y Zaqueo el tramposo que se propuso devolver lo que había quitado a otros. Con Juan el orgullosos y Santiago el malgeniado. No olvidemos cuán frecuentemente el Divino Salvador repetía: “Yo no he venido a buscar a los justos sino a pecadores”.
4° Enemigo de la Confianza de Dios: pensar que los favores que le pedimos son demasiado grandes. Para Dios no hay nada imposible ni nada difícil de conceder. Cuanto mayores sean los favores que le pedimos, mayor gloria tendrá Él concediendo esos favores. La Sagrada Escritura dice: “No se ha paralizado la mano de Dios, ni se ha empobrecido el Creador de todo lo que existe.”
Mas confiamos en la bondad y en el poder del Sagrado Corazón y más le seremos agradables y conseguiremos de su generosidad ayudas admirables.
Práctica: me esforzaré por cumplir hoy lo que recomienda el Salmo 55: colocar todas las preocupaciones en manos de Dios, porque Él puede y quiere solucionar nuestros problemas.
Gozos
Pues eres de nuestro amor el más tierno y dulce encanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
I
En este Pan, escondido se encuentra tu Corazón, para dar paz y perdón al que llega arrepentido; escucha, pues, el gemido que eleva el alma; entre tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
II
Tu Santa Cruz es el emblema de tu ternura y amor, asilo del pecador, consoladora en la pena; y por esto el alma llena de gratitud, alza un canto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
III
Con la corona ceñida de espinas, tu Corazón nos muestra la compasión que por el hombre has tenido, y por eso nuestro olvido te hace sufrir, ¡Oh Amor Santo!
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IV
Con una lanza atrevida abrió el soldado tu pecho, y allí nos das el derecho de ir a buscar acogida; por esto el alma afligida cambia en gozo su quebranto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
V
De tu entreabierto costado brota a torrentes la vida; en él encuentra acogida el triste, el desamparado; por eso el que te ha gustado, te dice lleno de encanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VI
Mas no tan sólo el costado la cruel lanza desgarró; a tu Corazón llegó dejándolo atravesado, ¡Oh, cuánto, Jesús amado, te debe mi alma! Por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VII
Aquí en este Sacramento de tu Corazón palpitante nos brinda, Jesús amante, el más sabroso alimento; eres de amor el portento que asombra al mundo y por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VIII
Conociendo tu ternura ¿Cómo puede el pecador abandonarte, Señor, por buscar a la criatura? Venga, pues, toda alma pura y diga bañada en llanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IX
Por las penas interiores de tu amable Corazón haz que en santa contrición te busquen los pecadores; escucha nuestros clamores y pon fin a nuestro llanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
Oración final
Acto de fe, esperanza y caridad.
Dios mío, creo en Ti, fortalece, Señor, mi fe.
Espero en Ti, afirma mi esperanza.
Te amo con todo mi corazón; enciende mi amor.
Me pesa de haberte ofendido; aumenta mi dolor.
Te adoro como a mi primer principio; te deseo como a mi último fin.
Te doy gracias como a mi continuo bienhechor; te invoco como a mi soberano defensor.
Dígnate Dios mío, dirigirme con tu justicia, consolarme con tu misericordia y ampararme con tu poder.
Te consagro todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos; a fin de que de hoy en adelante piense siempre en Ti, hable de Ti, obre según Tú y padezca por Ti
Señor, hágase en mi y en todas mis cosas tu Santísima Voluntad, en tiempo y en eternidad.
Te suplico que ilumines mi entendimiento, fortalezcas mi voluntad, purifiques mi corazón y santifiques mi alma.
Socórreme, Señor con tu gracia para vencer la soberbia con la humildad, la avaricia con la generosidad, la pereza con la diligencia, la lujuria con la mortificación, la envidia con la caridad, la ira con la paciencia, la gula con la abstinencia, la tibieza con el fervor; y todas mis inclinaciones y afectos desordenados con tu Santo temor y amor.
Amén.
Oremos
Te pedimos, Dios Todopoderoso y eterno, que, al celebrar la grandeza de tu amor que resplandece en el Corazón de tu Hijo, recibamos de esta fuente divina gracias cada vez más abundantes.
Dios de amor, que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad, te pedimos que al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos obras de reparación y desagravio, y obtengamos el perdón de nuestros pecados y un aumento y progreso de nuestro amor hacia ti. Te lo pedimos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre y….
“Yo os haré pescadores de hombres.”