Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Para todos los días del mes. Día 21. Jesús en el juicio final.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Acto de Contrición
Misericordia, Señor, hemos pecado. Por tu inmensa compasión borra nuestras culpas. Contra Ti, contra Ti sólo pecamos. Cometimos las maldades que Tú aborreces. Aparta de nuestros pecados tu vista. Borra de nuestras almas toda culpa. Oh Dios crea en cada uno un corazón puro, y no alejes de nosotros tu Santo Espíritu. Como se aleja el Oriente del Occidente, así tú alejas nuestros pecados. Tú perdonas nuestras faltas. Eres compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos castigas como lo exigen nuestras culpas. Como se eleva el cielo sobre la tierra, así se eleva tu bondad sobre nosotros. Como un padre siente ternura por sus hijos, así Tú, oh Dios, sientes compasión por tus servidores. Sabes de qué estamos hechos y recuerdas que somos barro. Tu misericordia, Señor, dura por siempre. Recuerda Señor que tu ternura y tu misericordia son eternas: no te acuerdes de nuestros pecados ni de las maldades de nuestra vida pasada. Acuérdate de nosotros con misericordia, por tu bondad, Señor. Por el honor de tu Nombre perdona nuestras culpas que son muchas. Te lo suplicamos en el nombre de Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Acto de Consagración
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten misericordia de uno y de otros, benignamente Jesús, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que estos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la bondad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia, segura y completa libertad; otorga la paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro… Avemaría… Gloria al Padre…
Día 21
Jesús en el día del Juicio final
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25-46
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo en la cárcel, y acudimos a ti?’ y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuando hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces dirán también estos: ‘Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’ y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.”
Palabra del Señor.
Ya que lo ofendimos pecando:
Desagraviémoslo ahora amando.
Plegaria
Oh Jesús, en el día del Juicio, cuando me juzgues, acuérdate de mis visitas ante el Santísimo.
Es verdad que te he ofendido con mis palabras muchas veces, pero desde ahora quiero alabarte y bendecirte, y saber callar.
Es verdad que me he alejado de ti como un hijo prodigo, pero desde hoy quiero servirte en tu casa, visitar tu Iglesia u obedecer tus mandatos,
Es verdad que me he dejado vencer por el orgullo, la soberbia y la arrogancia, -grandes pecados- pero desde este día quiero humillarme ante tu presencia diciéndote como el publicano del Evangelio: “Misericordia Señor, que soy un pecador”.
Es verdad que con mis pecados fui ocasión de tu muerte de Cruz, pero desde hoy en adelante quiero ofrecerte toda mi vida con sus obras y sufrimientos, para que seas más conocido y más amado.
Es verdad que en mis momentos de debilidad te negué como Pedro fingiendo que no te conocía, pero desde ahora quiero repetirte cien y mil veces: “Señor, tú sabes que te amo”. Aumenta mi amor hacia ti.
Amén.
Un santo que desgasto sus últimos años por el Sagrado Corazón
Hacia el año 1880 el Sumo Pontífice León XIII le pidió a san Juan Bosco que se encargara de la construcción de una Basílica al Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Varios habían intentado levantar ese templo y habían fracasado porque era enormemente costoso. El santo estaba ya muy anciano y su salud totalmente debilitada, pero para él un deseo del santo Padre era algo tan sagrado como una orden, y se dedicó con todas sus fuerzas a conseguir fondos y a echar a andar la costosísima construcción.
Su secretario el padre Rúa, decía: “Para mí era una verdadera lección, una de las mejores predicaciones de buen ejemplo, ver a Don Bosco tan mal de salud y tan desgastado, subir y bajar sin cesar las escaleras de las casas de los ricos, y pasar sin descanso de una puerta a otra con tal de conseguir dinero con los cuales lograr construirle un bello templo al Sagrado Corazón en Roma. Esto le costó muchas humillaciones. Estoy plenamente convencido de que todos esos sacrificios, esfuerzos, y largas caminatas le acortaron la vida. Pero él se sentía sumamente satisfecho al poder desgastarse por el Corazón del Redentor.”
Para obtener los medios para continuar esta construcción el santo recorrió su país, Italia. Y se fue a pedir limosna a Francia y en varias de sus ciudades como: Marsella y París, hizo grandes recolectas (obrando también impresionantes milagros) y así logró levantar en Roma la hermosísima Basílica al Sagrado Corazón de Jesús. El día del estreno de ese hermoso templo, san Juan Bosco lloró varias veces mientras celebraba la santa misa, al recordar cuán grandes favores había recibido del cielo, y cómo paga de bien nuestro Señor lo que se hace por Él.
Consejos de un santo. Hablando a sus discípulos, Don Bosco decía: “La Iglesia Católica ha admirado siempre la gran humildad y mansedumbre del Corazón de Jesucristo y recomienda que quienes quieran ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón se esfuercen por imitar al Divino Redentor practicando de la mejor manera que les sea posible la virtud de la humildad y tratando de adquirir una gran amabilidad”.
Así como el mar, por más que le saquemos cantidades enormes de agua, siempre permanece lleno y rebosante, de la misma manera sucede con el Corazón de Jesús. Por más que le pidamos y obtengamos de él los mayores favores y las más inmensas ayudas, siempre permanecerá lleno de riquezas espirituales para conceder a quienes le recen con fe. No dejemos nunca de encomendarnos a su bondad y misericordia, pues Él dijo que siente más felicidad en dar que en recibir.
Práctica: por amor a Jesucristo, me mostraré alegre y entusiasta con todos, aunque en mi alma haya penas y sufrimientos.