Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Para todos los días del mes. Día 16. Jesús concede…
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Acto de Contrición
Misericordia, Señor, hemos pecado. Por tu inmensa compasión borra nuestras culpas. Contra Ti, contra Ti sólo pecamos. Cometimos las maldades que Tú aborreces. Aparta de nuestros pecados tu vista. Borra de nuestras almas toda culpa. Oh Dios crea en cada uno un corazón puro, y no alejes de nosotros tu Santo Espíritu. Como se aleja el Oriente del Occidente, así tú alejas nuestros pecados. Tú perdonas nuestras faltas. Eres compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos castigas como lo exigen nuestras culpas. Como se eleva el cielo sobre la tierra, así se eleva tu bondad sobre nosotros. Como un padre siente ternura por sus hijos, así Tú, oh Dios, sientes compasión por tus servidores. Sabes de qué estamos hechos y recuerdas que somos barro. Tu misericordia, Señor, dura por siempre. Recuerda Señor que tu ternura y tu misericordia son eternas: no te acuerdes de nuestros pecados ni de las maldades de nuestra vida pasada. Acuérdate de nosotros con misericordia, por tu bondad, Señor. Por el honor de tu Nombre perdona nuestras culpas que son muchas. Te lo suplicamos en el nombre de Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Acto de Consagración
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten misericordia de uno y de otros, benignamente Jesús, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que estos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la bondad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia, segura y completa libertad; otorga la paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro… Avemaría… Gloria al Padre…
Día 16
Jesús concede a sus discípulos una pesca milagrosa
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5,1-11
Estaba él a la orilla del lago de Genesaret y la gente se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.” Simón le respondió: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.” Y haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: “Aléjate de mi, Señor, que soy un hombre pecador.” Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.” Llegaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
Palabra del Señor.
Plegaria
Salmo 25
Oración en el peligro
A ti, Yahvé, dirijo mi anhelo.
A ti, Dios mío.
En ti confío, ¡no quede defraudado, ni triunfen de mí mis enemigos!
El que espera en ti no queda defraudado, Queda defraudado el que traiciona sin motivo.
Muéstrame tus caminos, Yahvé, enséñame tus sendas.
Guíame fielmente, enséñame, pues tú eres el Dios que me salva.
En ti espero todo el día, por tu bondad, Yahvé.
Acuérdate, Yahvé, de tu ternura y de tu amor; que son eternos.
De mis faltas juveniles no te acuerdes, acuérdate de mí según tu amor.
Bueno y recto es Yahvé: muestra a los pecadores el camino.
Conduce rectamente a los humildes y a los pobres enseña el sendero.
Amor y verdad son las sendas de Yahvé para quien guarda su alianza y sus preceptos.
Haz gala de tu nombre, Yahvé, y perdona mi culpa, que es grande.
Cuando un hombre respeta a Yahvé, él le indica el camino a seguir; vivirá colmado de dicha, su estirpe poseerá la tierra.
Yahvé se confía a sus adeptos, los va instruyendo con su alianza.
Mis ojos están fijos en Yahvé, que sacará mis pies de la trampa vuélvete a mí, tenme piedad, me siento solo y desdichado.
La angustia crece en mi corazón, hazme salir de mis tormentos. Mira mi aflicción y mi penar, perdona todos mis pecados.
Mira cuantos son mis enemigos, la violencia del odio que me tienen. Guarda mi vida, ponme a salvo, no me avergüence por confiar en ti. Integridad y rectitud me ampararán, porque espero en ti, Yahvé.
Redime, Dios, a Israel de todas sus angustias.
Gloria al Padre…
La consagración personal al Sagrado Corazón de Jesús
El padre jesuita Florentino Alcañiz dedico su vida a propagar por todo el mundo la consagración de cada persona al Sagrado Corazón de Jesús, y escribió:
Tal vez alguno de nosotros tiene el alma bastante afligida por encontrar que a cada paso cae en culpas y pecados y que a semejanza de una paloma a la cual le hubieran recortado las alas, no logra levantarse a las alturas de la santidad.
¡Cuánta compasión me causan estas almas! ¡Y son tantas! Afortunadamente nuestro Señor nos dejó un remedio para que no seamos como águilas amarradas al suelo que no pueden volar hacia las alturas. Ese remedio es la Consagración personal al Sagrado Corazón de Jesús.
Santa Margarita decía: “Yo no he encontrado otro remedio que contribuya tanto y tan rápidamente a levantar al alma hacia un importante grado de santidad.
Quienes se consagran al Sagrado Corazón obtienen impresionantes cambios y progresos en el fervor. Consiguen las gracias necesarias para su estado y profesión, paz en sus familias, alivio en sus trabajos y sufrimientos, bendiciones y éxito en sus empresas, consuelo y alivio en las miserias y debilidades, y en este amabilísimo Corazón hallarán refugio durante la vida y especialmente a la hora de la muerte. Oh, cuán dulce es morir después de haber vivido consagrados al Corazón de Jesús.
Un pacto formidable
El Sagrado Corazón le dijo a santa Margarita:
Cuida tú de mi honra y de mis cosas y yo cuidaré de ti y de las tuyas.
Y seguramente que el Corazón de Jesús quiere hacer con cada uno de nosotros este mismo pacto tan provechoso. Y no tengamos temor a salir perdiendo. Jesús en sus tratos con las criaturas es tan condescendiente y extremadamente generoso que cualquiera podría decir que siempre resulta engañado. Además la consagración no obliga ni bajo pecado mortal ni venial. Es un pacto de sólo amistad sin obligación bajo pecado.
Yo cuidare de ti y de tus cosas
¿Qué es lo que vamos a ofrecer a Jesús? el alma. El cuerpo, la vida, la salud, la familia, los negocios, oficios y ocupaciones, los proyectos y buenos deseos. Dejamos todo en sus manos y confiamos plenamente en su poder y misericordia. No le exigimos que arregle las cosas como a nosotros nos parece mejor, sino como le parece bien a Él, que es sabiduría infinita. Nosotros vemos con unos lentes pequeñitos, en cambio Jesús mira con lentes de largo alcance y sabe muchísimo mejor que nosotros qué es lo que nos conviene, y cómo y cuándo. Nosotros no vemos sino el presente. Él ve el futuro. Ciertas soluciones que ahora nos parece que serían fellisimas, podrían ser desastrosas. Por eso dejamos todo en sus manos, con toda confianza.
No nos abandonemos a un fatalismo quietista que no hace nada por solucionar los problemas. Cumplimos lo que decía san Ignacio: “Obrar como su todo dependiera de nosotros, rezar y esperar, como su todo dependiera de sólo Dios” haremos todas las diligencias posibles para conseguir los éxitos, pero luego le decimos a Jesús: “Señor: ya ves que hice cuanto mi debilidad e ignorancia me permitió hacer. Ahora el resto y los resultados lo dejo todo en tus manos poderosísimas.
Que es lo que se debe ofrecer y consagrar a Jesús
Ante todo el alma. La salvación eterna, las virtudes que necesitamos, los defectos que tenemos, las pasiones que nos atacan, nuestras miserias y debilidades. Nuestros deseos de enmienda y los buenos propósitos que hacemos para tratar de ser mejores de ahora en adelante.
Luego el cuerpo: la salud, la vida. Todo ponerlo en manos de nuestro Señor. Confiar en que lo que muchas veces no pueden hacer los médicos, siempre lo puede conceder el Divino Salvador.
La familia: los problemas caseros, el desempleo, los estudios, la santificación y salvación de cada uno de los familiares.
Los bienes de fortuna: lo que se posee y lo que se desea o se necesita poseer.
Confiarlo todo con inmensa confianza al Corazón amable del Redentor.
Recordar siempre lo que Jesús ha prometido: si tú cuidas de mi honra y de mis cosas, yo cuidaré de ti y de las tuyas. No hay manos mejores que las de Jesús para confíales lo que poseemos y vamos a poseer. De sus manos podemos esperar todos los bienes que necesitamos y muchos más. “Él tiene el poder y bondad para darnos mucho más de lo que nos atrevemos a pedir o a desear”
Ef. 3,20
Práctica: para lograr imitar la humildad y la mansedumbre de Jesucristo repetiré frecuentemente esta oración: “Jesús manso y humilde de Corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo”.
Gozos
Pues eres de nuestro amor el más tierno y dulce encanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
I
En este Pan, escondido se encuentra tu Corazón, para dar paz y perdón al que llega arrepentido; escucha, pues, el gemido que eleva el alma; entre tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
II
Tu Santa Cruz es el emblema de tu ternura y amor, asilo del pecador, consoladora en la pena; y por esto el alma llena de gratitud, alza un canto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
III
Con la corona ceñida de espinas, tu Corazón nos muestra la compasión que por el hombre has tenido, y por eso nuestro olvido te hace sufrir, ¡Oh Amor Santo!
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IV
Con una lanza atrevida abrió el soldado tu pecho, y allí nos das el derecho de ir a buscar acogida; por esto el alma afligida cambia en gozo su quebranto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
V
De tu entreabierto costado brota a torrentes la vida; en él encuentra acogida el triste, el desamparado; por eso el que te ha gustado, te dice lleno de encanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VI
Mas no tan sólo el costado la cruel lanza desgarró; a tu Corazón llegó dejándolo atravesado, ¡Oh, cuánto, Jesús amado, te debe mi alma! Por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VII
Aquí en este Sacramento de tu Corazón palpitante nos brinda, Jesús amante, el más sabroso alimento; eres de amor el portento que asombra al mundo y por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VIII
Conociendo tu ternura ¿Cómo puede el pecador abandonarte, Señor, por buscar a la criatura? Venga, pues, toda alma pura y diga bañada en llanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IX
Por las penas interiores de tu amable Corazón haz que en santa contrición te busquen los pecadores; escucha nuestros clamores y pon fin a nuestro llanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
Oración final
Acto de fe, esperanza y caridad.
Dios mío, creo en Ti, fortalece, Señor, mi fe.
Espero en Ti, afirma mi esperanza.
Te amo con todo mi corazón; enciende mi amor.
Me pesa de haberte ofendido; aumenta mi dolor.
Te adoro como a mi primer principio; te deseo como a mi último fin.
Te doy gracias como a mi continuo bienhechor; te invoco como a mi soberano defensor.
Dígnate Dios mío, dirigirme con tu justicia, consolarme con tu misericordia y ampararme con tu poder.
Te consagro todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos; a fin de que de hoy en adelante piense siempre en Ti, hable de Ti, obre según Tú y padezca por Ti
Señor, hágase en mi y en todas mis cosas tu Santísima Voluntad, en tiempo y en eternidad.
Te suplico que ilumines mi entendimiento, fortalezcas mi voluntad, purifiques mi corazón y santifiques mi alma.
Socórreme, Señor con tu gracia para vencer la soberbia con la humildad, la avaricia con la generosidad, la pereza con la diligencia, la lujuria con la mortificación, la envidia con la caridad, la ira con la paciencia, la gula con la abstinencia, la tibieza con el fervor; y todas mis inclinaciones y afectos desordenados con tu Santo temor y amor.
Amén.
Oremos
Te pedimos, Dios Todopoderoso y eterno, que, al celebrar la grandeza de tu amor que resplandece en el Corazón de tu Hijo, recibamos de esta fuente divina gracias cada vez más abundantes.
Dios de amor, que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad, te pedimos que al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos obras de reparación y desagravio, y obtengamos el perdón de nuestros pecados y un aumento y progreso de nuestro amor hacia ti. Te lo pedimos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre y….
Todo lo temo de mi miseria y debilidad, pero todo lo espero de la bondad del Corazón de Cristo Jesús.
Santa Margarita.