Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Para todos los días del mes. Día 2
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Acto de Contrición
Misericordia, Señor, hemos pecado. Por tu inmensa compasión borra nuestras culpas. Contra Ti, contra Ti sólo pecamos. Cometimos las maldades que Tú aborreces. Aparta de nuestros pecados tu vista. Borra de nuestras almas toda culpa. Oh Dios crea en cada uno un corazón puro, y no alejes de nosotros tu Santo Espíritu. Como se aleja el Oriente del Occidente, así tú alejas nuestros pecados. Tú perdonas nuestras faltas. Eres compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos castigas como lo exigen nuestras culpas. Como se eleva el cielo sobre la tierra, así se eleva tu bondad sobre nosotros. Como un padre siente ternura por sus hijos, así Tú, oh Dios, sientes compasión por tus servidores. Sabes de qué estamos hechos y recuerdas que somos barro. Tu misericordia, Señor, dura por siempre. Recuerda Señor que tu ternura y tu misericordia son eternas: no te acuerdes de nuestros pecados ni de las maldades de nuestra vida pasada. Acuérdate de nosotros con misericordia, por tu bondad, Señor. Por el honor de tu Nombre perdona nuestras culpas que son muchas. Te lo suplicamos en el nombre de Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Acto de Consagración
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten misericordia de uno y de otros, benignamente Jesús, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que estos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la bondad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia, segura y completa libertad; otorga la paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro… Avemaría… Gloria al Padre…
Día 2
El Corazón de Cristo sufre la agonía en el Huerto de Getsemaní
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo 26, 36-47
Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: “Sentaos aquí, mientras voy allá a orar” y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.” Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mi esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú.” Viene entonces a los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: ¡Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu esta pronto, pero la carne es débil.” Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: “Padre mío, si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba, hágase tu Voluntad.” Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Viene entonces a los discípulos y les dice: “Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos! ¡Vámonos! Mirad el que me va a entregar esta cerca.”
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó mucha gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza. Éste se acercó a besar a Jesús, pero Jesús le dijo:
Judas, ¿Con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Palabra del Señor.
Plegaria
Ojos de Jesús: míranos con compasión.
Labios de Jesús: no os canséis de hablarme.
Oídos de Jesús: escuchadnos siempre.
Manos de Jesús: llevadnos cada día.
Corazón de Jesús: no dejes jamás de amarnos.
Oh Jesús: dentro de tus llagas escóndenos.
A la hora de la muerte: llámanos. Y llévanos junto a Ti por siempre.
Oh Jesús: que comprendamos y correspondamos al amor que tú nos tienes desde el Sagrario.
Amor del Corazón de Jesús: llena nuestro corazón de amor hacia Ti
Fortaleza de Jesús: llena de valor nuestro corazón.
Misericordia del Corazón de Jesús: perdona siempre nuestras faltas.
Ciencia del Corazón de Jesús: ilumina a nuestro corazón cómo se debe comportar.
Jesús manso y humilde de Corazón: has nuestro corazón semejante al tuyo.
Amén.
Los grandes propagandistas de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Después de santa Gertrudis hubo varios santos que se propusieron propagar la devoción al Sagrado Corazón. Entre ellos sobresalieron san Francisco de Sales, san Juan Eudes, santa Margarita María Alacoque, santa Ángela de Folligno, san Claudio de la Colombiere y muchos otros.
En el siglo XX el padre Mateo de Crawley, que estaba ya desahuciado por los médicos y padecía de una enfermedad incurable fue a Paray Le Monial a visitar el sitio donde el sagrado Corazón de Jesús le hizo sus revelaciones a santa margarita, y allí le prometió a nuestro Señor que si lo curaba emplearía el resto de su vida en propagar la devoción a su Sagrado Corazón. Quedó curado instantáneamente y recorrió muchos países recomendando que en cada hogar católico se entronice la imagen del Corazón de Jesús y que cada familia se consagre a su Divino Corazón. El papa san Pío X bendijo esa labor del padre Mateo y lo envió de país en país recomendando estas devociones. Otras de las prácticas que más recomendaba el padre Crawley era la de la Hora Santa, cada Jueves anterior al Primer Viernes.
Por el deseo que el mismo Jesucristo comunicó a santa margarita, los padres Jesuitas se han dedicado por varios siglos a propagar por todo el mundo la devoción al Sagrado Corazón y en más de 50 países editan una bellísima revista titulada el Mensajero del Corazón de Jesús. Y propagan incansablemente el apostolado de Oración, esto ha traído la santidad a gran número de jesuitas y un avivamiento del fervor a millones de católicos en toda la tierra.
Fundadores y fundadoras de varias comunidades religiosas han propagado también con mucho entusiasmo esta Devoción. Y numerosísimos párrocos en todo el mundo la han enseñado a sus feligreses y la han difundido por los más diversos pueblos y países.
El papa Pío XII decía que con esta devoción honramos el amor que Jesucristo nos ha tenido el cual esta simbolizado en su Sacratísimo Corazón y honramos también a toda la persona de nuestro amadísimo Redentor y queremos brindarle Amor, Adoración, Desagravio e Imitación de sus virtudes. Es una devoción que ha producido impresionantes frutos de santidad en todos los países de la tierra.
Practica durante el día:
Mientras realizamos nuestros quehaceres diarios aún en momentos de sufrimiento diré:
“Oh Jesús: es por tu Amor y por la conversión de los pecadores”
Gozos
Pues eres de nuestro amor el más tierno y dulce encanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
I
En este Pan, escondido se encuentra tu Corazón, para dar paz y perdón al que llega arrepentido; escucha, pues, el gemido que eleva el alma; entre tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
II
Tu Santa Cruz es el emblema de tu ternura y amor, asilo del pecador, consoladora en la pena; y por esto el alma llena de gratitud, alza un canto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
III
Con la corona ceñida de espinas, tu Corazón nos muestra la compasión que por el hombre has tenido, y por eso nuestro olvido te hace sufrir, ¡Oh Amor Santo!
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IV
Con una lanza atrevida abrió el soldado tu pecho, y allí nos das el derecho de ir a buscar acogida; por esto el alma afligida cambia en gozo su quebranto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
V
De tu entreabierto costado brota a torrentes la vida; en él encuentra acogida el triste, el desamparado; por eso el que te ha gustado, te dice lleno de encanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VI
Mas no tan sólo el costado la cruel lanza desgarró; a tu Corazón llegó dejándolo atravesado, ¡Oh, cuánto, Jesús amado, te debe mi alma! Por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VII
Aquí en este Sacramento de tu Corazón palpitante nos brinda, Jesús amante, el más sabroso alimento; eres de amor el portento que asombra al mundo y por tanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
VIII
Conociendo tu ternura ¿Cómo puede el pecador abandonarte, Señor, por buscar a la criatura? Venga, pues, toda alma pura y diga bañada en llanto,
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
IX
Por las penas interiores de tu amable Corazón haz que en santa contrición te busquen los pecadores; escucha nuestros clamores y pon fin a nuestro llanto.
Todos los pueblos te adoren, Corazón amable y santo.
Oración final
Acto de fe, esperanza y caridad.
Dios mío, creo en Ti, fortalece, Señor, mi fe.
Espero en Ti, afirma mi esperanza.
Te amo con todo mi corazón; enciende mi amor.
Me pesa de haberte ofendido; aumenta mi dolor.
Te adoro como a mi primer principio; te deseo como a mi último fin.
Te doy gracias como a mi continuo bienhechor; te invoco como a mi soberano defensor.
Dígnate Dios mío, dirigirme con tu justicia, consolarme con tu misericordia y ampararme con tu poder.
Te consagro todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos; a fin de que de hoy en adelante piense siempre en Ti, hable de Ti, obre según Tú y padezca por Ti
Señor, hágase en mi y en todas mis cosas tu Santísima Voluntad, en tiempo y en eternidad.
Te suplico que ilumines mi entendimiento, fortalezcas mi voluntad, purifiques mi corazón y santifiques mi alma.
Socórreme, Señor con tu gracia para vencer la soberbia con la humildad, la avaricia con la generosidad, la pereza con la diligencia, la lujuria con la mortificación, la envidia con la caridad, la ira con la paciencia, la gula con la abstinencia, la tibieza con el fervor; y todas mis inclinaciones y afectos desordenados con tu Santo temor y amor.
Amén.