“APARECIERON LOS DEDOS DE UNA MANO, QUE SE PUSIERON A ESCRIBIR”.
El rey Belsasar dio un gran banquete para miles de sus altos funcionarios, y ante esos miles de invitados, se puso a tomar vino.
Después de haber probado el vino, Belsasar ordenó que trajeran los vasos de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había sacado del Templo de Jerusalén. Tanto el rey como sus altos funcionarios, sus mujeres y sus concubinas querían beber en ellos.
Trajeron pues los vasos de oro que habían sido robados del Templo de Dios en Jerusalén.
El rey y sus altos funcionarios, sus mujeres y sus concubinas los tomaron para beber en ellos: tomaron vino a la salud de sus dioses de oro, de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
Pues bien, de repente aparecieron frente al candelero los dedos de una mano, que escribían sobre el estuco del muro del palacio real. El rey vio esa mano que escribía
e inmediatamente cambió de color: estaba espantado, todo su cuerpo y todos sus miembros temblaban.
Trajeron pues a Daniel a la presencia del rey. El rey tomó la palabra y le dijo: “¿Eres tú Daniel, uno de los desterrados que mi padre trasladó desde Judea?”
Me han dicho que en ti reside el espíritu de los dioses y que han notado en ti una luz, un juicio y una sabiduría extraordinarias.
Después me dijeron que tú puedes interpretar y resolver los problemas. Si puedes leer lo que allí está escrito y darme a conocer su significado, serás revestido de púrpura, llevarás un collar de oro al cuello y serás la tercera persona del reino”.
Entonces Daniel tomó la palabra y delante del rey dijo: “¡Guarda tus regalos o dáselos a otros! Voy a descifrar para el rey lo que está allí escrito y le daré a conocer el significado.
Al contrario, te alzaste en contra del Señor de los cielos, dispusiste que te trajeran los vasos de su Templo y han tomado vino en ellos tú, tus altos funcionarios, tus mujeres y tus concubinas. Y han bebido a la salud de sus dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que nada ven, nada entienden y nada saben. Pero tú no has glorificado al Dios que tiene tu vida en su mano y a quien pertenece todo tu destino.
Por eso fue enviada de su parte esa mano para que trazara ese escrito,
y ese escrito dice: “Mené, Mené”, “Téquel” y “Parsin”.
Ahora viene la explicación de esas palabras: “Mené”: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin.
Téquel: has sido pesado en la balanza y tu peso ha resultado muy liviano.
Parsin: tu reino ha sido dividido y dado a los Medos y a los Persas”.
PALABRA DE DIOS.- TE ALABAMOS, SEÑOR
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México