La Eucaristía Sacramento de la fe

La Eucaristía Sacramento de la fe

La Eucaristía Sacramento de la fe

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La Eucaristía es el centro del cristianismo. Todo gira en torno a ella:

1. El arte:
a) Los templos maravillosos que llenan la tierra.
b) La pintura en las catacumbas y fuera de ellas; los cuadros de los grandes artistas (“La Cena” de Vinci “La disputa del Sacramento” Rafael…)
c) La orfebrería con sus filigranas: custodias, cáliz, copones…
d) La música con sus piezas gregorianas y los polifonistas clásicos: Palestina, Vitoria…
e) La literatura universal, nuestros grandes poetas: Lope, Góngora, Fray Luis de León, Juan del Enzina… los autos sacramentales: Tirso de Molina, Calderón…

2. Los pueblos:
a) Las grandes precesiones del Corpus.
b) Los congresos Eucarísticos: ciudades movilizadas; naciones que se fusionan… Dos millones de personas en las procesiones de clausura.

3. El individuo:
a) La primera comunión: la ilusión de los niños, la alegría de la familia.
b) El Viatico: el anciano moribundo hace un esfuerzo, para recibir el Viatico y queda rebosando en paz.
Todo esto, ¿Por qué? ¿Por una pequeña “Hostia” ¿por un poco de pan? La Eucaristía es un misterio de fe.

La Eucaristía ejercita la fe

a) Todos los misterios nos exigen un acto de fe.

1. Fiados en la palabra de Dios, creemos en lo que no vemos. El misterio es una verdad oculta. Por eso, asentir a un misterio exige un acto de fe (acto de entendimiento y de la voluntad por el que aceptamos una verdad sólo con evidencia extrínseca o testificada)
2. ¡Creemos en el misterio de la Trinidad porque Dios lo ha revelado. Lo mismo en el misterio de la Encarnación y en todos los demás!
3. No alcanzamos a explicarnos el misterio (esta es la razón de misterio) pero no vemos contradicción alguna con la razón.

b) La Eucaristía exige un acto intensísimo de fe.
1. Hay que creer contra lo que nos dicen los sentidos “visus, gustus tactus in te fallitu” (Adoro te devote) para el tacto, el ojo y el gusto después de la consagración (como antes) sobre el altar hay solamente pan y vino.
2. Hemos de creer sólo por la palabra de Dios “Sed auditu solo tuto creditur”: “Hoc est enim corpus meun” (Lc. 22,19)
3. Dura prueba la de los Apóstoles el Viernes Santo: el gran fracaso de su Maestro: se escondió del todo la divinidad. Pero en la Eucaristía está oculta no sólo la divinidad, sino también su humanidad, los resplandores que la rodean. “At hic latet simul et humanitas”
4. Y, sin embargo, hay que creer que Cristo está en la Hostia y en cada una de las partículas. los sentidos no lo alcanzan; pero la fe nos da esa certeza: “Praestet fides supplementum…” (Tantum Ergo)

c) Dios ayuda nuestro acto de fe en la Eucaristía con milagros.
1. Creemos únicamente por la autoridad de Dios que revela. Pero Dios se ha dignado obrar milagros-“Hechos, sensibles y extraordinarios que sobrepujan todas las fuerzas de la naturaleza”- para confirmar nuestra fe en la realidad Eucarística.

2. He aquí algunos:
a) En Bolsena (1263) en la Misa, al partir la Hostia, destila gotas de Sangre que empapa corporales y purificadores. Lo comprobaron Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura.
b) Muchas veces se aparece un Niño en la Hostia: así a Pascasio Radverto (P.L. 120, 1320) en Caravaca en 1227.
c) Unas abejas-narra Pedro Cluni-labran una custodia de blanca cera en la que depositan una Hostia que robo y perdió un sacrílego.
d) En Quito, 1649, unas hormigas construyen una custodia de granos de trigo en torno a una Hostia profanada.

 

La Eucaristía aumenta la fe

a) Intensivamente por vía de merito. Los hábitos sobrenaturales infusos aumentan, no por la mera repetición de actos, sino por la mayor intensidad con que se realizan.
1. Este misterio concentra las dificultades más grandes de nuestra fe. Exige los mayores sacrificios a nuestra inteligencia.
2. Es el acto de fe más completo: la Eucaristía es el compendio de todos los misterios revelados. requiere, por tanto, un acto de fe intensísimo.
3. No hay tributo de fe más sublime que el de creer en Jesucristo oculto en cuanto Dios. Y en cuanto hombre tras los velos de la Hostia. Interviene la inteligencia, voluntad, sentidos… todo el ser.

b) Extensivamente por el Magisterio de Cristo
1. Es el depósito de nuestra fe: en la Eucaristía poseemos a Jesús y con Él el pasado, el presente y el futuro:
a) El pasado: figuras y profecías que anuncian a Jesús, la vida de Jesús, su predicación.
b) El presente: Jesús es el centro de la economía actual bajo el triple aspecto de la presencia real, del sacrificio y la comunión.
c) El porvenir: la Eucaristía es prenda de vida eterna, “futural gloriae nobis pignus datur”

2. Contiene al Verbo que habla…
a) Cristo es la Verdad y vino a enseñarla
b) Vino a darnos la vida eterna, que consiste en que conozcamos a Dios y a Cristo, a quien envió (Jn 17,3)
c) Es, ante todo, maestro (Rabbi) “Me llamáis Maestro y decís bien, pues lo soy” (Jn 13,13) y ese magisterio lo continua en la Eucaristía. Dice Santo Tomás que todo efecto que intento producir Cristo en su vida mortal y de un modo especial en la Pasión, es efecto propio y especial de la Eucaristía en el que comulga.
d) La Comunión es la individualización del magisterio de Cristo. Hay que saber escuchar lo que nos dice: sobre la vanidad del mundo (sombra que pasa 1 Cor. 7,31) de la grandeza de nuestros destinos eternos, de renunciar a nuestros egoísmos.

C) sensiblemente: por la experiencia de lo divino.
1. Los goces inefables de la Eucaristía confirman nuestra fe: nos dan la experimentación de la fe por el amor. Esto es posible por la caridad. “Que la unción de la caridad que recibisteis permanezca en vosotros, y ya no tendréis necesidad de maestro, porque la unción os en enseñara todas las cosas” (Jn. 2,27)
2. La Eucaristía nos da “el sentido de Cristo” porque en ella se nos da una fe ardiente que se infiltra hasta las últimas derivaciones de la vida.
3. Nos da el “recta sapere” la sabiduría del vivir cristiano, que ajusta nuestro pensamiento y nuestro vivir con lo que Cristo nos pide
4. Por eso era tan viva la fe de los santos (antes creerían que la noche es día, que dudar de la mas mínima verdad de la fe) todos podríamos llegar a estas alturas si supiéramos comulgar bien.

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