El reino, la semilla y sus frutos: Mc 4, 26-34.
Comentario al evangelio.
El santo evangelio nos tiene reservado para esta semana un magnifica pedagogía de Jesús, una enseñanza a través de parábolas que como el gran maestro de maestros expone con gran profundidad y en ellas nos expone la gran eficacia de la palabra que invita a los hombres a tomar el reino de Dios. Para continuar citamos en total el texto y posteriormente se harán algunas a puntualizaciones para ampliar tan bellas expresiones:
Mc 4:26-29 Les decía:
–El reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga. En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
Mc 4:30-32 Decía también: –¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos?
Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas; después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar a su sombra.
Mc 4:33-34 Con muchas parábolas semejantes les exponía la palabra adaptándola a la capacidad de sus oyentes. Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo.
Un texto que se puede dividir en tres partes, donde trata tres temas de suma relevancia, es un texto auténtico del evangelio de San Marcos, la iglesia fiel al mensaje celebra este domingo el anuncio del evangelio. Empecemos pues con los puntos que enriquecen.
V26-29. El reino de Dios se parece a un campo sembrado.
Críticos bíblicos aluden que este texto no fue explicado por Cristo Jesús motivo por el cual tiene varias interpretaciones, aunque este fuera una realidad total, debemos de recordar que también al ser una inspiración del Espíritu santo, el autor quiso decir algo, la comunidad también es comprometida en el anuncio, agregando lo que por antonomasia quiere decir Dios y más lo que Cristo ha enseñado y que el Espíritu santo reafirma, es de suma importancia el contenido.
Estos versos parecen la continuación de la parábola del sembrador, busca reafirmar el mismo objetivo: reino= Cristo, iglesia, premio a quién la acoge; palabra= a semilla sembrada, Cristo, sacerdotes, predicadores laicos, apóstoles; tierra o campo= oyentes; frutos= a respuesta a la escucha o siembra de la palabra; la cosecha= a campo maduro; quién la levanta apóstoles= a trabajadores del reino que ahora cuidan bien el grano (seguimiento de la adhesión en Cristo) todo aquel que se ha encontrado sinceramente con Jesús.
Una segunda observación para los sacerdotes, predicadores laicos, evangelizadores y apóstoles es que ellos cumplen con el trabajo del anuncio de la palabra, en sus mano no está que los escuchas acepten el reino, eso será porque el Espíritu santo lo motive; así que pueden dormir, levantarse, no visualizarán el pronóstico de su trabajo, pero cuando se empiece a poblar el campo entonces se pondrán contentos, ya será el signo visible.
V. 31-32. El grano de mostaza.
Ahora, se contrasta el reino de Dios con un granito de mostaza, el grano de mostaza es tan pequeño que muchos se admiran de que en su interior contenga un germen tan efectivo, a tal grado que es capaz de que el resultado de madurez termina en un árbol frondoso, fuerte para dar sombra y cobijo; el granito de mostaza nos lo pone Jesús como un ejemplo de que para el hombre lo único que le pide es una pequeñez de fe para hacer en el hombre un enorme árbol, robusto, fuerte, el trabajo desde su germinación hasta ese árbol frondoso lo hace el Espíritu santo.
De pequeño a grande se hace cada hombre en quién ha aceptado a Cristo Jesús, con su conversión, Dios va transformando mental, físico y en su alma todo. Cuando crece este reproduce la imagen que le dio vida, por esa razón se esfuerza por llevar a otros el beneficio de tan gran regalo.
V. 33-34. Las parábolas.
Marcos con los sinópticos, hace alusión a que Jesús se ve en la necesidad de enseñar con el recurso de las parábolas, analistas ven a Jesús como el maestro de las parábolas, aunque antes se usa por la sabiduría israelí, Jesús es el que le da plenitud y con una enseñanza concreta alcanza un objetivo.
Una segunda circunstancia fue el uso del recurso de la parábola para enseñar por parte de Jesús para evitar caer en la trampa de los letrados, fariseos, doctores y sacerdotes, al pendiente de sus palabras para acusarlo, Jesús predica ahora con parábolas y lo más sobresaliente es que adaptaba estas mismas de acuerdo a la capacidad intelectual del escucha desde un sencillo hasta un magistrado.
Conclusiones:
Es evidente que los hombres del siglo XXI necesitamos escuchar la palabra de Dios para ser transformados, un cristiano no puede pasar por alta tan urgente misión; su encuentro con Cristo le motiva a preparar el campo, a trabajar en el con la siembra de la palabra y a cuidarlo adecuadamente y una vez que se adhieren seguir su seguimiento con las estructuras que la iglesia va planeando para una eficaz evangelización.
Cita el Papa Francisco, que el hombre se entrega, trabaja en el reino de acuerdo a la intensidad con que se encontró con Jesús, el resultado se cuantifica a través de los frutos que se visualiza desde la siembra del granito de mostaza hasta que este se convierte en un árbol integro, maduro que como resultado es capaz de donar sus hojas para sombra y cobijo; Dios utiliza todos los lenguajes posibles y técnicas para sembrar la palabra, en ocasiones nos habla muy directamente a través de sus palabras santas, otras veces con el acontecimiento de los tiempos y muchas veces lo hará con reflexiones, meditaciones, ejemplos, signos, símbolos.
El reino es una oferta diaria, para trabajar, para vivirlo y hasta para alcanzarlo, nadie está excluido y con cualquier cantidad de tierra Jesús hace que haya frutos, ¿Qué nos puede impedir hoy creerlo?, ¿será más fácil creer en el Charlie Charlie que en la palabra de Dios (sagrada escritura)?, tú respuesta es la medida de tú fe y la oportunidad de alcanzar el reino.