“EL DIOS DE LA GLORIA ESCUCHÓ LAS SÚPLICAS DE SARA Y DE TOBIT”
Ese asunto me dio mucha pena. Suspiré y lloré. Oré y me lamenté:
Señor, tú eres justo y todas tus obras son justas. Tus caminos son misericordia y verdad, tú eres el juez del mundo.
¡Ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame! No me castigues por mis pecados y mis faltas, ni por los que cometieron mis padres contra ti.
Debido a que ellos no obedecieron tus mandamientos, tú nos condenaste al pillaje, al destierro y a la muerte. Somos el blanco de los insultos de todos los paganos entre los que nos has dispersado.
Justa es tu sentencia cuando me tratas según mis pecados y según los pecados de mis padres, porque no obedecimos tus mandamientos y no nos portamos correctamente ante ti.
Ahora trátame como quieras. Toma mi vida: me gustaría que me sacaras de este mundo y me volvieras al polvo, porque para mí la muerte vale más que la vida. He soportado insultos sin motivo y estoy sumido en una profunda tristeza. Líbrame, pues, Señor, de esta prueba; déjame partir para la morada eterna. No apartes de mí tu mirada, Señor. Es mejor para mí morir que seguir viviendo con un mal incurable».
Ahora bien, ese mismo día Sara, hija de Ragüel, que vivía en Ecbatana de Media, fue insultada por una sirvienta de su padre.
Siete veces Sara había sido dada en matrimonio, pero Asmodeo, un demonio malvado, había dado muerte a sus maridos uno tras otro antes que hubiesen podido unirse como buenos esposos.
Por eso esa sirvienta le había dicho: “¡Sí, tú eres la que mata a tus maridos! Te han dado ya siete y no te queda ninguno.
Si tus maridos han muerto, no es ese un motivo para que me pegues. ¡Anda mejor a buscarlos y que nunca tengas ni hijo ni hija!»
Ella se entristeció mucho ese día; se puso a llorar y se dirigió a la pieza de su padre con la intención de ahorcarse. Pero luego reflexionó y se dijo: “Seguramente criticarán a mi padre, diciéndole: No tenías más que una hija regalona y se ahorcó de pena. ¡No! No quiero enlutar de ese modo los últimos días de mi padre. En vez de ahorcarme, debiera suplicarle al Señor que me haga morir antes que vivir siendo insultada a cada momento».
Inmediatamente extendió los brazos hacia la ventana y se puso a orar: “¡Tú eres bendito, Dios lleno de misericordia, que tu nombre sea bendito por los siglos y que todas tus obras te bendigan eternamente!”
Las oraciones de uno y otra llegaron al mismo tiempo al Dios de la Gloria,
y Rafael fue enviado para sanar a los dos. Debía quitar las manchas blancas de los ojos de Tobit, para que viera con sus ojos la luz de Dios, y debía lograr que Sara, hija de Ragüel, se casara con Tobías, hijo de Tobit y se viera libre de Asmodeo, el malvado demonio. (Conviene precisar que antes que a cualquier otro pretendiente ella correspondía por derecho a Tobías).
PALABRA DE DIOS.- TE ALABAMOS, SEÑOR
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México