Catecismo del Sagrado Corazón VI. Visitas al Santísimo Sacramento.

Catecismo del Sagrado Corazón VI. Visitas al Santísimo Sacramento.

Catecismo del Sagrado Corazón
VI. Visitas al Santísimo Sacramento.

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6.- ¿Qué motivos nos impulsan a visitar frecuentemente a Jesús en el Sacramento del Amor?

1° El pensar que en el Santísimo Sacramento se encierra el divino Corazón, íntimamente unido a la persona de Jesucristo, lleno de vida, palpitando de amor y ardiendo en deseos de hallar almas que purificar y enriquecer con las aguas vivas que brotan de su pecho abierto como de manantial perenne.
No parece sino que, desde el interior del Sagrario, nos clama como antiguamente a la muchedumbre de judíos llegado a Jerusalén para celebrar la Pascua: “¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba!”

2° Porque de ordinario, escoge Jesús el tiempo de las visitas que le hacen las almas fieles para prevenirlas con sus gracias de predilección y hacerlas objeto de sus más regalados favores. Nos lo dice muy elocuentemente el ejemplo de Santa Margarita María.

3° Porque es uno de los modos más eficaces de acrecentar en nosotros el divino amor: así como la ausencia engendra el olvido, las frecuentes visitas mantienen vivas las sagradas llamas de la caridad.

 

7.- ¿Con qué frecuencia hemos de visitar a Jesús Sacramentado?
Las personas sinceramente piadosas le visitan por lo menos una vez al día y, además, siempre que pasan delante de alguna Iglesia.

 

8.- ¿Existe alguna norma fija para hacer dichas visitas?
No; la visita al Santísimo puede adoptar las más diversas modalidades.
Unos prefieren las oraciones vocales, y satisfacen su devoción rezando la estación a Jesús Sacramentado o parte del Oficio del Santísimo Sacramento u otras fórmulas de oración.

Otros las convierten en íntimos coloquios con Jesús-Hostia, prestando oído a los dulcísimos acentos de su voz, exponiéndole sus anhelos, sus cuitas, sus necesidades; recomendándole la satisfacción o conversión de determinadas almas, y uniéndose a las adoraciones, alabanzas, e impetraciones que continuamente ofrece a su eterno Padre.

En fin, no faltan almas privilegiadas que imponen silencio a sus sentidos y potencias y, postradas a los pies del Sagrario, se contentan con cruzar sus humildes miradas con las del divino prisionero del Sagrario.

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