“RESÉRVENME A SAULO Y A BERNABÉ”.
Mientras tanto la Palabra de Dios crecía y se difundía.
Bernabé y Saulo habían terminado su misión y se volvieron a Jerusalén; traían con ellos a Juan, llamado también Marcos.
En Antioquía, en la Iglesia que estaba allí, había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, que se había criado con Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: “Sepárenme a Bernabé y a Saulo y envíenlos a realizar la misión para la que los he llamado.
Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron.
Enviados por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo bajaron al puerto de Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
Llegados a Salamina, comenzaron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan les hacía de asistente.
PALABRA DE DIOS.- TE ALABAMOS, SEÑOR
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal católico: Asamblea Eucarística. México