El Compromiso del Artista con Dios.
Hace algunos años llegó a mis manos una hermosa oraciòn a la Santìsima Virgen Marìa que dice: “Madre Santìsima, te ruego me hagas reconocer los grandes dones que se me han dado y de los cuales soy responsable, para que todos mis compañeros puedan crecer en la verdad y en el amor, puedan conocer a Jesùs como lo conozco yo”.
Esa plegaria no sòlo llegó a mis manos, si no a las fibras de mi corazòn. Me hizo reflexionar en el don artístico que he recibido, si realmente estoy multiplicándolo en bien de mi prójimo y para mayor gloria de Dios, o si estoy actuando como el siervo malo y perezoso al que se refiere la parábola de los talentos (Mateo 25:26).
Realmente con el don artístico que me fue confiado ¿què estoy haciendo por Nuestro Señor?, ¿he actuado egoístamente sòlo trabajando ese don en lo que a mi me agrada, volviéndome negligente, sin luz, sin sal?, ¿me he acaso vanagloriado del don artístico como si yo lo hubiese adquirido con mi esfuerzo, como cuando se compra una casa o un auto?. ¿acaso he actuado con miedo y he escondido el talento para no hablarle al pròjimo de la verdad de Dios, de su amor?, ¿estoy contribuyendo a despertar en mi prójimo el deseo de acercarse a conocer màs a Dios como Padre amoroso, Creador y Redentor?.
La verdad no me gustaría que al final de mis días Dios me dijera, “Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Èchenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y la desesperación”.
La responsabilidad, o misión que tengo -y que todo artista tiene con el don recibido- es buscar nuevas manifestaciones de la belleza, es decir, nuevas maneras de transmitir el amor de Dios, su misericordia y bondad, y sobre todo, transmitir esperanza a los demás, poniendo asì de manifiesto nuestra fe a través de los sonidos, colores y formas.
Desde hace varias décadas las bellas artes atraviesan una crisis espiritual, de objetividad, parece como si deseáramos encontrar fuera la respuesta a las manifestaciones artísticas que debemos reflejar en cada obra, olvidando que las respuestas las tenemos en nuestro interior, en el silencio, en esa comunión que debe existir entre el Espìritu de Dios y el artista.
Nuestra responsabilidad como artistas no es provocar en los demàs la apatía, la desesperación, la inestabilidad, la confusión, la desesperanza, la desilusión. Tenemos una gran responsabilidad que se nos ha confiado y somos parte del plan de Dios, somos un instrumento para aumentar y fortalecer la fe, la esperanza y la caridad en los demás.
Recuerdo que en 1999 el Papa Juan Pablo II en su Carta a los Artistas mencionò “El arte se ha separado de la Iglesia. Parece como si, a veces, en el arte hubiera muerto Dios. “La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir”.
De igual manera vienen a mi mente las palabras que el Papa Paulo VI dirigió a los artistas en la clausura del Concilio Vaticano II en diciembre de 1965 “este mundo, en el cual vivimos, necesita belleza para no precipitar en la desesperación. La belleza, como la verdad, es lo que infunde alegría en el corazón de los hombres, es el fruto precioso que resiste a la degradación del tiempo, que une a las generaciones y las hace comulgar en la admiración. Y esto gracias a vuestras manos… Recordad que sois custodios de la belleza del mundo”.
En un evento similar, el Papa Benedicto XVI en su Encuentro con Artistas en la Capilla Sixtina en el año 2009, refiriò “El arte, en todas sus expresiones, en el momento en el que se confronta con las grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los cuales deriva el sentido de vivir, puede asumir una validez religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad”.
En otro momento del Encuentro de Artistas con Benedicto XVI, el Papa refiere “El momento actual está lamentablemente marcado, además de los fenómenos negativos a nivel social y económico, también por un debilitamiento de la esperanza, por una cierta desconfianza en las relaciones humanas, de modo que crecen los signos de resignación, de agresividad, de desesperación. El mundo en el que vivimos, corre el riesgo de cambiar su rostro a causa de la acción no siempre sabia del hombre, quien en lugar de cultivar su belleza, explota sin conciencia los recursos del planeta a favor de unos pocos y con frecuencia desfigura las maravillas naturales. ¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar al alma humana a encontrar el camino, a levantar la mirada hacia el horizonte, a soñar una vida digna de su vocación? ¿No es acaso la belleza? Sabéis bien, queridos artistas, que la experiencia de lo bello, de lo auténticamente bello, de lo que no es efímero ni superficial, no es accesorio o algo secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, más bien lleva a afrontar de lleno la vida cotidiana para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, para hacerla luminosa, bella”. “Con demasiada frecuencia, sin embargo, la belleza de la que se hace propaganda es ilusoria y falaz, superficial y cegadora hasta el aturdimiento y, en lugar de sacar a los hombres de sí y abrirles horizontes de verdadera libertad, empujándolos hacia lo alto, los encarcela en sí mismos y los hace ser todavía más esclavos, quitándoles la esperanza y la alegría. Se trata de una belleza seductora pero hipócrita, que estimula el apetito, la voluntad de poder, de poseer, de prepotencia sobre el otro y que se transforma, rápidamente, en lo contrario, asumiendo los rostros de la obscenidad, de la trasgresión o de la provocación en sí misma. La auténtica belleza, por el contrario, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de salir hacia el otro, hacia más allá de sí mismo. Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, entonces redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo de nuestro existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano”.
Hace unos meses leì un artículo en el que se hacìa referencia a todo lo que el demonio ha logrado apoderarse en las últimas décadas en todos los niveles sociales, y que el Espìritu Santo està “formando un ejército” con los músicos para que seamos instrumentos de paz, que seamos un medio por el cual hablemos de fe, de esperanza y de amor al mundo. Sin embargo considero que esto nos concierne a todas las ramas de las bellas artes, cada uno debemos poner nuestro esfuerzo en todo nuestro trabajo artístico para manifestar la belleza, la esperanza, para pertenecer a ese “ejército” que Dios necesita en la tierra.
A todos mis colegas artistas les hago pues una invitación a que nos esforcemos para “provocar en el hombre una saludable “sacudida”, que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que le “despierta”, abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto” – una recomendación muy acertada de Platon-. Y pidàmosle a la Santìsima Virgen Marìa que nos ayude a lograrlo.
Hasta la próxima semana.
Agradecerè sus comentarios y retroalimentación a: valovmusic@gmail.com
Para mí que este mensaje no es sólo para los artistas, más bien todos somos artistas, siendo obras de Dios, quien nos pide dar cuenta de nuestros talentos, así que especialmente a quienes son madres y padres de familia, Dios pedirá cuenta de las obras que han formado en sus hijos, por lo que le felicito por que a mí también me llegó
“Madre Santísima, te ruego me hagas reconocer los grandes dones que se me han dado y de los cuales soy responsable, para que todos mis compañeros puedan crecer en la verdad y en el amor, puedan conocer a Jesùs como lo conozco yo”. Gracias por compartir