La denuncia del pecado en la iglesia católica.
Cuando escuchamos decir a los sacerdotes, predicadores y catequistas que strong>el pecado priva del amor de Dios, ponemos a volar nuestra imaginación y sí nos pegó tantito o incomodó, inmediatamente lo cuestionamos en el interior, si lo aceptamos pensamos que nosotros estamos en amistad con Dios o lo aceptamos para otros, a quién juzgamos. Con la obra de Dante Alhigieri “la divina comedia”, por primera vez pensé en el infierno y el purgatorio; cuando enojados con nuestros hermanos de sangre por una injusticia que según nos habían propinado decíamos: “te vas a ir al infierno”, “el diablo va a venir por ti, “te va a castigar Dios”, pero ahí no se experimenta esa sensación de que pudiese ser realidad, quizá, hasta nos burlábamos de esas palabras.
Cuando hice mi primera comunión, la catequista me dijo que me tenía que confesarme para poder recibir dignamente a Cristo, esto no me causó problema porque oí varias veces a mis padres decir que se iban a confesar o me confesé se comunicaban ellos; la catequista me dijo que me aprendiera los 10 mandamientos, en un pequeño catecismo vi cada uno de ellos y traté de memorizar. Una catequista de mayor edad se acercó a mí, me dijo: “tienes que hacer tú examen de conciencia, aunque eres pequeño debes de tener el pleno convencimiento de “tratar de romper con el pecado”, la verdad… no le entendí, pero callé por vergüenza por no haber entendido.
Trataba de acordarme de cosas malas que había hecho o dicho, pensé en los insultos a mis hermanos, la desobediencia a mis padres, el renegar por una comida que no me gustó, la maldad algún compañero de escuela, no me pregunte sí amaba a Dios porque el primer mandamiento lo ordena: “Amarás a Dios sobre todas las cosas, con toda tú alma, con toda tus fuerzas con todo tú corazón”, nunca medité sí alguna vez había jurado por Dios en vano (que es muy común hacerlo de niño: “te juro por Dios”), sabía que no tenía que faltar a misa porque era pecado así me lo decían y como según yo iba cada domingo no tenía ese pecado y me repetía una y otra vez los pecados mientras esperaba mí turno.
Por primera vez me paré ante un confesionario donde estaba un sacerdote ya mayor de edad, hincado dentro del confesionario me recibió con una frase que la maestra me había enseñado que me iba a decir: “Ave María Purísima”, contesté: “sin pecado concebida”, había iniciado la confesión, el sacerdote me dijo: ¿cuáles son tus pecados?, con voz sumisa, como si estuviera sintiendo dolor le confesé mis pecados, ahora que lo menciono, sí estaba sintiendo dolor de mis pecados, quizá a usted amigo lector le importe un bledo mis vivencias religiosas pero es de ahí exactamente donde parte todo el problema o el contenido del artículo.
Sentado y ante un crucifijo ya con muchos años más, me daba cuenta del papel fundamental de los padres para trasmitir la fe y darnos una conciencia para “poder romper con el pecado”, aunque ya Dios no lo ha dado en nuestro corazón (como ley natural) es importante que lo cultiven tanto papas como padrinos e iglesia y posteriormente uno seguirse alimentando de esa moral, valores, ética.
El pecado nos aleja de Dios, seducidos por tantas cosas en el mundo llegamos a preferirlas en lugar de Dios; nunca le damos gracias a Dios por estar al pendiente de nosotros cuando se descuida la tarea de formar por parte de los papas, gracias a su misericordia hubo resistencia para no entregarse totalmente al pecado, nunca tuve de joven un curso de moral, en la escuela cursé dos años de civismo los cuales hicieron mucho bien. Tal vez tenga que agradecer a mis padres lo poco o mucho que me hablaron del pecado. Fijos mis ojos ante una cita de la sagrada escritura empecé a analizar los efectos del pecado, porque los padecemos: Gn 3, 9-10 Pero Yahvé Dios llamó al hombre –¿Dónde estás? Él contestó: –Te oí en el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí.
El pecado nos enemista con Dios, cuando uno no siente miedo del pecado, demostramos que Dios poco nos importa o no estamos conscientes de quién es Dios, porque no tenemos miedo de romper con Dios, nos sentimos mejor con lo que hacemos y preferimos, cuando tenemos miedo de romper con Dios, nos sentimos mal y avergonzados, así le pasó a Adán, el efecto le provoca remordimiento, le provoca un shock emocional, nuestra moral se ve afectada, la voz de Dios cae como una viga en la espalda, sí analizamos el miedo y la vergüenza son los dos factores inmediatos que florecen en el hombre por el pecado, pero sí esto parará hasta ahí, el efecto del pecado se erradicaría con la confesión, pero no termina allí.
Dios advierte a Caín que va a caer en pecado, que su alma corre peligro Gen 4:7 Si obras bien, andarás con la cabeza levantada. Pero si obras mal, el pecado acecha a la puerta de tu casa para someterte, sin embargo tú puedes dominarlo. Imagine a alguien que me está cuidando para en el mejor momento atacarme, hacerme daño, causar destrozos en mi persona, herirme, ¿quién me puede alertar de ese peligro?, a Caín Dios le avisa, aunque lo ignoró, pero a uno ¿quién lo hace?
Ese que avisa mediante el espíritu santo es la moral, los valores, los valores evangélicos, la ética, la educación de los actos en la familia y la moción del Espíritu santo, son sensores que alertan, San Pedro cita: 1Pe 5:8 Sean sobrios, estén siempre alertas, porque su adversario el Diablo, como león rugiendo, da vueltas buscando [a quien] devorar. Dios nos da un voto de confianza constante lo demostró a Caín y San Pedro lo advierte: “estén sobrios”, “despiertos”, “no se duerman”, sí se pierde la dimensión del pecado es muy fácil estar en él y acostumbrarse a él, por consiguiente, ser alcanzados por el pecado.
El pecado cuando no se denuncia trabaja a sus anchas, como un hábil albañil va construyendo bardas enormes que nos privan de Dios, como constructor va cavando abismos profundos para hacernos imposible el acceso a Dios, aislados de Dios, el alma corre el riesgo de acostumbrarse a la ausencia de Dios, entonces el hombre es alcanzado por sus apetencias y comienza a construir su propia vida sin Dios, cae de lo más sagrado donde tenemos a Dios y nos ponemos los hombres en el lugar de Dios, ¡sí!, “soy artífice de mi propia vida”, construyo lo que quiero y logro lo que me proponga, se rompe la dependencia con Dios, a partir de ese momento, se cae en la gran esclavitud del pecado porque ahora todo se ve natural, normal, común, justificable.
La iglesia no se puede callar, no puede cansarse de denunciar el pecado, por eso el sacerdote en su misión es invitar a la conversión, ruptura del pecado, los predicadores no pueden dejar de denunciar, los catequistas no pueden dejar de alertar en la formación lo delicado que es el pecado, la familia cometería el más grande error de su misión el no enseñar a sus hijos lo letal del pecado, hay cosas “inviolables en la moral” y el pecado atenta contra esa parte inviolable, se cometería un gran pecado hacer a un lado la moral, no importando que se diga que la iglesia es moralista, que ya cambié, la palabra de Dios denuncia la gravedad del pecado en toda la sagrada escritura, basta hojearla para darse cuenta.
La prioridad de la iglesia hace apremio también en la familia para se intensifique los esfuerzo para educar, formar, fortalecer en la vida a sus miembros y el repudio del pecado como un “no a Dios”.
>Usted debe saber que Jesús ya venció al pecado y esta sobre el pecado: Ap 1:8 Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que será, el Todopoderoso. Pagó por nuestros pecados, derrotando al pecado Ap 19, 11:
Vi el cielo abierto y allí un caballo blanco. Su jinete [se llama] Fiel Verdadero, Justo en el gobierno y en la guerra. Ha saldado la cuenta que se debía por el pecado, ha roto las cadenas que esclavizaron al hombre recuperando la libertad del esclavo por el pecado Ap 19:14 Las tropas celestes lo siguen cabalgando blancos caballos, vestidos de lino blanco limpio. Jesús precipitó al gran acusador del hombre, “el diablo”, derramó su sangre como satisfacción de presentarse dignamente ante el Padre, pero… sí es así ¿por qué el pecado no se aleja de la vida del hombre?, por el egoísmo del hombre, porque el hombre no quiere, se siente bien así, haciendo lo que él quiere sin rendir cuentas.
>Citaba un artista mexicano “tener una casa con ese valor actualmente en México es una ofensa para la nación”, pues el pecado es peor que eso; recordamos el pleito de esa casita, su dueña dijo: “quiero construir un patrimonio para mis hijos (7 millones de dólares)”, esa es la herencia que dejamos a los hijos lamentablemente, los hijos de muchos en México se dan una vida desenfrenada en el pecado, los excesos son por el poder, porque hay ese dinero, por cumplir sueños guajiros, pero eso es lo que hemos enseñados, a pecar.
Actualmente los efectos que vemos en todo el mundo, en nuestro querido México y más concreto en nuestra ciudad son demoledores, el efecto del pecado que ha infectado a nuestra sociedad se huele, su pus pestilente se manifiesta en muerte, violencia, asaltos, robos, tortura, células delictivas amenazando, organizaciones robando a sus hermanos mediante amenazas de muerte para que se les de una determinada cantidad, secuestros, narcotráfico, control de territorios, calles, redes de trata de blancas, niños, enriquecimiento ilícito, abuso y corrupción en el gobierno y los políticos.
Como parte de la sociedad vemos lo abominable del pecado con actos que ahora vemos como normal: una terrible vida de adulterio de hombres y mujeres, una hiriente dependencia de drogas y sus sustancias alucinógenas, una creciente ola de mentiras, injurias, blasfemias apartándonos de la realidad, una preocupante dependencia hacía las cosas ocultas: magia, hechicería, brujería, curanderismo, superstición, prácticas de iniciación como culto a la santa muerte, prácticas orientales que buscan la reencarnación, la captura de energía, la acumulación de espíritus influyentes en su vida, satanismo abierto sin repudio.
>Sí, el pecado se tiene que denunciar pese a quién le pese, y sí estamos seguros que Cristo Jesús nos ha liberado del pecado es importante retomar instrumentos que pueden ayudar en nuestra formación y concientización de lo que es el pecado:
*Promoción de cursos de moral para papas y jóvenes.
*la predicación incesante de predicadores en pequeñas comunidades, en la familia sobre estos temas escabrosos.
*La lectura en familia de la sagrada escritura.
*la oración en familia para resistirse al pecado.
*la promoción de los sacramentos y principalmente el de la reconciliación.
*Comunión constante.
Con estos instrumentos de trabajo, nuestra alma se fortalecerá y se prendará más a Cristo, un alma que se perfecciona y santifica resiste al pecado y el espíritu santo derramará su “Don” de temor de Dios que nos dará el último empujón.
Para concluir:
Hay un dicho bien importante: “para que la cuña apriete debe de ser del mismo material o del mismo tronco”, cuando un pecador es capaz de salir del pecado puede dar testimonio a sus hermanos y proclamar una lucha tremenda contra el pecado, pero a la vez sabe que esto se es posible por gracia de nuestro Señor Jesús, reconoce que todo se hace por Jesús, sabe del pecado y lucha por estar lo menos posible en él, se mantiene en comunión con sus hermanos y Dios: 1Jn 1:7 Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.