Civilización de la Muerte “ONAN: el gran pecado”
Setenta millones de bebés destrozados cada año antes de nacer: más de cien guerras sostenidas anualmente para alimentar así la producción de armas; cientos de millones de hombres explotados al límite de la desnutrición por medio de las empresas transnacionales; millones de jovencitos inmersos cada año en la prostitución infantil y las drogas… esto es solo una parte, la punta del iceberg del mal en el mundo en el que estamos sumergidos, como en una tiniebla de muerte que no ha tenido precedente en la historia del hombre.
Delante a escenas como éstas parece ridículo hablar de “pecado”, refiriéndonos a aquellas parejas que eliminan a los hijos de sus planes.
Hemos reflexionado mucho sobre este argumento llegando a la conclusión que a primera vista, puede parecer paradójica: todos los males en el mundo tienen su origen en éste comportamiento desviado del hombre.
Examinemos con calma la realidad que representa Onán, leyendo juntos un párrafo de la escritura que se refiere al mismo:
“Entonces Judá dice a Onán:
Cásate con la viuda de tu hermano según tu obligación de cuñado y procurarle descendencia a tu hermano. Pero Onán sabiendo que la descendencia no iba a ser suya, cuando se acercaba a la viuda de su hermano derramaba por tierra, para no procurar descendencia a su hermano. Desagrado al Señor lo que hacía y lo hizo morir también.” (Gen. 38,8-10)
Onán no creyó que sería sancionado tan duramente; porque pensaba que finalmente no dañaba a nadie con su comportamiento y tenía así una justificación válida; ¿quién hubiera querido traer al mundo un hijo que nadie habría reconocido como suyo?
El hecho de que todo estuviera regido por el Deuteronomio como ley de levirato (del latín levir- cuñado) (Dt. 25,5) y que tal ley fuera usada también por otros pueblos como los Hititas, no le quita que fuera una ley absurda: el amor forzado y vivido en base a códigos penales sonaba mal en ese entonces como ahora.
Una ley que se heredaba por motivos de clanes y tradiciones nos parece justo que fuera ignorada y nos sentimos todos inducidos a ser indulgentes contra quien la transgredida.