¿Siglo I?
Los santos Jerónimo, Epifanio, Gregorio Niceno, Ambrosio y Juan Crisóstomo hablaron de ella con términos entusiastas. Día tras día, durante siglos, todos los sacerdotes la han invocado en el canon de la misa. Le rezaban también a la cabecera de los moribundos al momento de administrar la extremaunción. “Señor, decían, tú que libraste a la bienaventurada Tecla de tres crueles tormentos, ten la bondad de librar a esta alma y darle la felicidad eterna. Amén.”
Santa Tecla, “virgen y mártir”, debe su extraordinaria celebridad a un apócrifo del siglo II, los Hechos de Pablo y de Tecla. Leemos ahí que era joven y bonita y que vivía en Iconium (Konya, Turquía), cuando fue convertida por San Pablo. A partir de entonces lo siguió en sus viajes. Su celo por divulgar el Evangelio debía, como puede pensarse, conducirla al martirio; pero ella escapó milagrosamente a los “tres crueles tormentos” que el demonio le había preparado. Primero el león del anfiteatro que, en vez de devorarla, fue a buscar a los sacerdotes de los ídolos y jalándolos del cuello los llevo a los pies de san Pablo para recibir el bautismo. En seguida la hoguera que apagó un diluvio, apenas lanzaron a Tecla en ella. Finalmente la foca que fue fulminada al momento en que se lanzaba sobre ella para comerla.
Tecla sobrevivió medio siglo a san Pablo. Paso ese largo tiempo en una gruta cerca de Seleucia (Sélefkié, Turquía), curando a todos los enfermos que se le presentaban. Tenía noventa años cuando, furiosos por no tener a nadie a quien curar, los médicos de la región fueron a buscarla para conducirla ante el gobernador. Tecla se precipitó sobre una roca que en ese momento se abrió, penetró en el agujero y esa roca se convirtió en su ataúd.