Etimológicamente significan “cuerno y habitante de Chipre”. Vienen de la lengua latina.
Cornelio no imaginó que llegaría ser Papa y le tocaron tiempos difíciles durante su pontificado. Hubo acontecimientos especiales que le hicieron sufrir mucho e incluso verse incapacitado de resolverlos. Uno de ellos fue la querella de la reintegración de los “lapsi”, es decir, de los cristianos que no habían tenido el valor del martirio y renegaron de su fe, tema bastante difícil, pues aunque todos Vivian el fervor de Dios algunos todavía no penetraban a esa dimensión de Dios
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Dios no abandona a su siervo y le proporcionó un instrumento valioso que fue la punta de lanza, san Cipriano un apoyo moral insustituible. Este le aconsejó al Papa que los admitiera de nuevo y que hicieran penitencia, reiniciar ese proceso.
Otro suceso digno de mención fue la elección de un antipapa, un tal Novaciano. Este cisma se extendió por Italia, Francia e incluso llegó hasta el Oriente.
Fue entonces cuando san Cipriano escribió un interesante libro “Sobre la unidad de la Iglesia”. La idea fundamental que predomina en sus páginas es la siguiente: el papel fundamental de la Santa Sede es la clave de la unidad de los obispos y cristianos, tema que invitaba a evitar los cismas que hacían desviarse del objetivo de la Iglesia que es evangelizar.
Terminado con este cisma, vino una persecución importante y ahí San Cornelio muere mártir por amor a Cristo en el año 252, poniendo el ejemplo aquellos que no habían tenido el valor de hacerlo.
San Cipriano se convirtió a la fe cristiana a los cuarenta años. Hasta ese instante había vivido como un pagano. Cuenta que después de su conversión, encontró la paz y la felicidad que siempre había deseado, pero que por diversas circunstancias no había podido alcanzarla.
San Cipriano encontró la felicidad, vio clara esa felicidad entregando su vida a los pobres del Evangelio. Es la gran constante en todos los santos.
Tanto era el prestigio entre los fieles de Cartago que, dos años después de hacerse cristiano, lo eligieron obispo y jefe de la Iglesia africana. La entrega al evangelio de los pobres daba testimonio del verdadero cristiano, que sale de si mismo para ir al necesitado.
La persecución de Decio fue desbastadora para muchos cristianos. Los mismos fieles, que tanto lo amaban, le aconsejaron que se escondiera. Y así salvó su vida momentáneamente. Poco tiempo después, vino la persecución de Valeriano y lo enviaron al destierro, otra lucha tenaz. Sin embargo en seguida tuvo que presentarse en Cartago en donde murió tal día como hoy en el 257, con valor nunca dejo de mostrar el valor del cristiano.