“¡AY DE LA CIUDAD SANGUINARIA!”.
Ya corren por los montes los pies del mensajero, del que anuncia la paz. ¡Celebra tus fiestas, oh Judá, cumple tus votos! Porque no volverá a pasar por ti el bandido: ha sido extirpado totalmente.
Monta guardia en el muro.
Vigila el camino y prepárate para el asalto,
porque viene contra ti el destructor.
Pobre de la ciudad de sangre, toda llena de mentira, de rapiña, de incesantes robos.
Chasquido de látigo, estrépito de ruedas, caballos que galopan, carros que saltan,
caballerías que avanzan, llamear de espadas, centellear de lanzas, multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres sin fin; se tropieza en los cadáveres.
Arrojaré inmundicias sobre ti,
te deshonraré y te pondré como espectáculo
y todo el que te vea, huirá de ti.
Dirán: “Asolada está Nínive,
¿quién tendrá piedad de ella?
¿Dónde buscar quién la consuele?”
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México