Etimológicamente significa: Pedro =” roca” y Crisólogo = “palabra de oro”. Vienen de las lenguas hebrea y griega.
Nació en Imola, en Emilia aproximadamente en el año 380, el mismo santo nos dice que su padre había llegado a ser Obispo de esa ciudad (de acuerdo al Sermón l65). Muere en el año de 451. Bautizado e instruido en la religión cristiana desde muy joven. Su nombre real era solamente Pedro y con una gran tradición, sin embargo, como su don de palabra y elocuencia eran tan sublimes, su predicación totalmente trasformada por Dios, todo el mundo le llamaba “Crisólogo”.
A joven edad lo nombraron diácono, posteriormente sacerdote, un sacerdote italiano muy diferente en el se vislumbraba su gran capacidad, nombrado tiempo después, arzobispo de Rávena en el año 433 ( Rávena era en su tiempo la sede en donde estaban los emperadores de Occidente) al año 450, este santo es considerado Padre de la Iglesia y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIII en el año 1729.
Hombre de una capacidad y méritos intelectuales no comunes y a su extraordinaria forma en comunicar la doctrina, su enseñanza quedaba grabada de forma sencilla y profunda, la vida de Cristo, la Iglesia lo nombró doctor por ser uno de sus hijos más preclaros.
Nos ha dejado para leer y meditar sus 170 sermones, una gran riqueza espiritual, estos son los que se conservan, los sermones se pueden sintetizar en dos. La primera, es la obediencia que en todo momento prestó al Papa como sucesor del Vicario de Cristo en la tierra. Aunque tuviese dificultades y pasara por momento difíciles siempre fue fiel, sobre todo cuando el caso de san Germán y el emperador, en todo instante se mantuvo del lado del Papa.
Hay un segundo tema que se repite a menudo: es su íntima devoción a la Madre de Dios. Sus palabras, al hablar de la Virgen, transpiran amor acendrado, limpio y puro.
También se distinguió por su tacto diplomático, su gran discernimiento a la hora de resolver problemas políticos. El Papa Benedicto XIII lo declaró doctor de la Iglesia en 1729.