“SEÑOR, NO TE OLVIDES DE LOS POBRES”.
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en los momentos de angustia?
El malvado se impone y aplasta al humilde: que quede atrapado en las trampas que maquina.
El malvado se jacta de la avidez de su alma, el aprovechador maldice y desprecia al Señor.
Enrisca la nariz y no se preocupa: “¡No hay Dios”, dice; eso es todo lo que piensa.
Su boca está llena de perfidia, de fraude y amenazas; sus palabras inspiran injusticia y maldad.
Se pone al acecho en el cañaveral, a escondidas mata al inocente;”
Pero tú has visto la pena y el dolor, los miras y los recoges en tus manos. A ti el desamparado se encomienda, a ti que al huérfano socorres.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México