“NUNCA LLAMAREMOS YA “dios nuestro” A LAS OBRAS DE NUESTRAS MANOS”.
Vuelve, Israel, junto a Yavé, tu Dios,
pues tus faltas te hicieron tropezar.
Preparen sus palabras
y vuelvan a Yavé para decirle:
“¡Quita el pecado y acepta lo bueno,
que esta confesión nuestra reemplace cualquier ofrenda!”
Asiria no nos salvará,
ni confiaremos más en los caballos,
ni a la estatua que hicieron nuestras manos
volveremos a decirle Dios nuestro;
en ti sólo encuentra compasión el huérfano.
Yo sanaré su infidelidad,
los amaré con todo el corazón
pues ya no estoy enojado con ellos.
Yo seré para Israel como el rocío;
florecerá como una azucena
y extenderá sus raíces como el árbol del Líbano.
Sus retoños brotarán por todas partes,
tendrá como el olivo mucha prestancia
y será su perfume como el del Líbano.
Volverán a sentarse bajo mi sombra;
serán vigorosos como el trigo,
y les brotarán flores como a la vid;
serán tan renombrados como los vinos del Líbano.
Efraím, ¿qué tienes ya que ver con los ídolos?
Yo te miro y aguardo tu respuesta,
yo que soy como un ciprés siempre verde:
si tienes frutos, esto te viene de mí.
Si alguien es sabio,
que comprenda estas palabras,
y si es inteligente, que las entienda.
Pues los caminos del Señor son derechos
y por ellos caminan los buenos,
mientras que los malos en ellos tropiezan.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México