Billete Celador -Un Mensaje para Ti Guardia de Honor-
El trigo y la cizaña…
Parroquia de San Pío X
Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo.” Él respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga.
Mateo 13, 36-43
San Jerónimo: la cizaña en manojos es arrojada al fuego, el trigo es depositado en los graneros. Esto significa que los herejes y los hipócritas serán quemados por el fuego de la gehena, y los santos, que son llamados trigo, serán acogidos en las mansiones celestiales.
Cuida que en tu corazón se desarrollen los gérmenes de la virtud.
Pues, los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al Espíritu. Gálatas 5,24-25
Estamos muy acostumbrados a un doble lenguaje: por un lado proclamamos que somos hijos de Dios, hablamos de la gracia, de la vida espiritual, y por otro, somos muy ordinarios, a veces malvados y muy poco honrados en la vida cotidiana, manteniendo rivalidades dentro de la misma Iglesia. Una lista enorme son las obras de la carne: idolatría, ambiciones, odios, discordias, celos, iras, disensiones, divisiones, mentiras… tan comunes en los medios religiosos. La mezquindad y el apego a nuestros privilegios son también pecados de la carne, es decir el hombre permanece extraño al espíritu, pues es a veces el honor, cargos, dominio, dinero… es lo que nos mueve y esto no viene del Espíritu de Cristo. Para ser verdaderos cristianos hemos de crucificar nuestras pasiones y concupiscencias. Si nosotros no nos examinamos es lógico que no nos conozcamos. Son otros los frutos del Espíritu.
Andar como hijos del Reino o según el Espíritu es reaccionar con los sentimientos y disposiciones de Cristo. Las virtudes son rasgos de la fisonomía de Cristo; los “dones” del Espíritu Santo graban y embellecen más estos rasgos. La fisonomía de Cristo son: la del buen Pastor, la del Crucificado. Sin crucificarse con Cristo, no hay quien se entienda en el “diálogo”, entre Cristo y el hombre, porque en el diálogo se manifiesta nuestra donación, generosidad, caridad… nuestra sinceridad y nuestra realidad. Cuando uno se mueve por las pasiones no hay diálogo, sino monólogos.
A Cristo se le sigue y se le imita cuando hay una honda amistad.
Arrepiéntete, pues…el que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo… Apocalipsis 2, 16-17
La Iglesia encierra en su propio seno pecadores, y siendo al mismo tiempo santa necesita purificación, camina en medio de penitencia y renovación. No hay nadie perfecto en la Iglesia, sino todos hemos de buscar la perfección. Justo es aquel que camina decididamente hacia esta meta de configuración con Cristo, a pesar de los tropiezos y miserias. Cristo quiere dejarse entrever al mundo a través de su esposa la Iglesia, esta Iglesia es cada uno de los cristianos que se esfuerzan continuamente por ser signo claro de Cristo. Nunca se consigue la perfección absoluta pero es Cristo quien nos ayuda y anima. Error muy grande seria pensar que todo lo hacemos muy bien.
Lo primero que da y promete Cristo es la entrada al banquete: banquete de bodas de la vida eterna, ya anticipado por la Eucaristía. La piedrecita blanca es un presagio de felicidad por entrar en el convite. El nombre nuevo, es la vida nueva y definitiva en Cristo, es la renovación del cristiano en su ser más profundo en el que crece una vida nueva.
Cristo es fuerza y fuente de vida para el creyente.
Todos los días hay una nueva misión que cumplir, un paso nuevo que dar, una mejor manera de darse a los demás, un perfeccionamiento en la respuesta a Dios amor. Todos los días encierran esta gran novedad: la novedad de un encuentro inédito con Cristo.
Roguemos con todo el corazón para que nunca perdamos el camino de conversión esmerémonos por ser dignos hijos del Reino.
Examinemos nuestro corazón y nuestras obras. ¿Somos semilla buena o cizaña?