San Potino
Uno de los documentos antiguos más impresionantes es la Carta que los prisioneros sobrevivientes de la matanza de cristianos en Lyon escribieron a las demás iglesias de Asía, narrando lo que sucedió a su obispo San Potino y a los valerosos mártires que prefirieron morir antes que renegar de su religión y el amor a Cristo. Fue martirizado junto con otros miembros de su comunidad cristiana durante las persecuciones de Marco Aurelio arrestándolo cuando el tenía 90 años.
El fue Obispo de Lyon, es llevado ante un tribunal donde es juzgado, es allí donde en una camilla es presentado ante el gran tribunal, que le hace una pregunta que obtiene una de las contestaciones más bellas, pero a la vez más humillantes para quien no cree en Dios, el representante del tribunal le dice: ¿Quién es el Dios de los cristianos? Y así contesto el anciano Obispo:”lo conocerás cuando seas digno de ello”, tal fue la pólemica que desató que les permitieron a los asistentes que lo patearan y lo lapidaran con lo que tuvierán en la mano, agonizando fue llevado de nuevo a la prisión donde exhalo el poco aliento de vida que le quedaba, pero sin renegar de su fe.
Pedro y Marcelino
Su etimología significa: “piedra en arameo y pequeño hijo o adorador de marte en latín”
Estos santo mártires vivieron en el siglo III y fueron decapitados en el año del 304, el primero (Pedro) era un exorcista, y el segundo (Marcelino) fue un sacerdote en la comunidad de Roma.
Lucila y Fermina sepultaron los restos de estos santos en las catacumbas de San Tiburcio, en la Vía Labicana, su gran devoción y sus nombres fueron bien conocidos y pasaron al canon romano o plegaria eucaristíca I
El Papa Dimaso les dedicó un epitafio y el emperador Constantino I mandó edificar una Iglesia para ellos en honor a esa gran devoción a Cristo.
La Iconografía de la Iglesia los representa así: A Pedro con dalmática y un evangelizario bajo su brazo, al segundo Marcelino con platea o casulla una copa de cáliz, como atributos a los dos les ponen palma y espada.