“EL SEÑOR APARTÓ A ISRAEL DE SU PRESENCIA Y SOLAMENTE QUEDÓ LA TRIBU DE JUDÁ”.
El rey de Asur invadió todo el país; llegó a Samaría y la sitió tres años.
El año noveno de Oseas, el rey de Asur se apoderó de Samaría y deportó a Asur a los israelitas. Los instaló en Jala a orillas del Jabor, el río de Gozán, y además en las ciudades de Media.
Eso ocurrió porque los hijos de Israel habían pecado contra Yavé su Dios, quien los había hecho subir del territorio de Egipto y los había librado de las manos del Faraón, rey de Egipto, y se habían vuelto hacia otros dioses.
Los israelitas imitaron las costumbres de los pueblos que Yavé había expulsado delante de los hijos de Israel.
Yavé, sin embargo, les había llamado la atención a Israel y a Judá por boca de todos los profetas y de todos los videntes: “Renuncien a su mal comportamiento y observen mis mandatos y mis órdenes, según esa Ley que ordené a sus padres y que les comuniqué por boca de mis servidores los profetas”.
Pero no hicieron caso, y se mostraron más tercos que sus padres que no habían creído en Yavé, su Dios.
Despreciaron sus mandatos, la Alianza que había pactado con sus padres, y las ordenanzas que les había dado. Se apegaron a ídolos inútiles y se hicieron tan inútiles como sus ídolos, igual que las naciones que los rodeaban, siendo que Yavé les había mandado que no las imitaran.
Al final, Yavé se enojó con Israel y lo echó lejos.
Unicamente quedó la tribu de Judá.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México