El Cristo incomparable…
Hace dos mil años hubo un hombre nacido contrario a las leyes de la vida. Este hombre vivía en pobreza y fue criado en humildad.
No era un viajero, sólo una vez cruzó la frontera del país en el cual vivía y esto fue durante su exilio en la niñez.
No poseía ni riquezas ni influencia. Sus familiares no eran de renombre ni tuvieron instrucción o enseñanzas formales.
En su infancia asustó a un rey; en su niñez asombró a los doctores; de hombre gobernó el curso de la naturaleza, andaba sobre las olas como si fueran pavimento y calmó al mar.
Sanó a las multitudes sin medicinas y no cobraba por sus servicios.
Nunca escribió un libro¸ sin embargo, todas las bibliotecas del país no podrían contener los libros que se han escrito acerca de él.
Nunca escribió una sola melodía, sin embargo ha provisto el tema de más melodías que todos los compositores juntos en el mundo.
Nunca fundo un colegio o universidad, pero todos los centros de enseñanza juntos no han tenido tantos discípulos como Él.
Nunca estuvo al frente de un ejército, ni adiestro soldados, ni disparó armas; sin embargo ningún líder ha tenido tantos voluntarios quienes, bajo sus órdenes han hecho a tantos rebeldes entregar las armas y rendirse sin un solo disparo.
Nunca practico psicología. Sin embargo ha sanado más corazones quebrantados, que todos los doctores de todos los tiempos.
Una vez cada semana las ruedas del comercio se paran y multitudes van a las Iglesias a adorarle y para rendirle homenaje y respeto a Él.
Los nombres de los grandes próceres antiguos de Grecia y Roma han venido y se han ido. Los nombres de los científicos, filósofos y teólogos del pasado han venido y se han ido; pero el nombre de este Hombre, crece más y más. Aunque el tiempo ha esparcido dos mil años entre el pueblo de esta generación y la escena de su crucifixión, todavía él vive, Herodes no lo pudo destruir, la tumba no lo pudo detener.
Él se para en las cúpulas más elevadas de la gloria celestial, proclamado por Dios, reconocido por ángeles adorado por santos y temido por los demonios, como el Cristo viviente, nuestro Señor y Salvador personal.
¡Oh vamos a estar con él para siempre, oh vamos a estar para siempre sin Él.!