“La luz de Jesús es diferente” “Donde está Jesús siempre hay humildad, docilidad y amor” Papa Francisco
Hora santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la estación del santísimo Sacramento…
Divino Jesús, Salvador nuestro, que has sabido guiar nuestros pasos a través de la luz admirable del Espíritu santo, fortalece nuestra fe para que guiados por él, caminemos por sendas de luz, de paz, de justicia y caridad, no permitas que el mundo conquiste nuestro corazón.
De la 1 Carta de Tesalonicenses 5, 4-11
De Pie
Pero Vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese día os sorprenda como Ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistámonos de la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación. Dios no nos ha destinado para la ira, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con él. Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.
Palabra del Señor.
Releemos en silencio y compartimos la frase que más nos llegue al corazón.
Canto
El Señor es mi Luz y mi Salvación, el Señor es la defensa de mi vida
Si el Señor es mi luz, ¿a quién he de temer? ¿Quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor, habitar por siempre en su casa
Gozar de la dulzura del Señor
Contemplando su templo santo.
“La luz de Jesús es diferente.” Papa Francisco
“Donde está Jesús siempre hay humildad, docilidad y amor”. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa de la mañana de este martes 3 de septiembre en la Casa de Santa Marta. El Obispo de Roma recalcó la distinción entre la “luz tranquila” de Jesús que habla a nuestro corazón y la luz del mundo, una “luz artificial” que nos vuelve soberbios y orgullosos.
La identidad cristiana es “una identidad de la luz no de las tinieblas”. El Papa Francisco desarrolló su homilía partiendo de las palabras de San Pablo dirigidas a los primeros discípulos de Jesús: “Ustedes hermanos no pertenecen a las tinieblas, todos ustedes son hijos de la Luz”. Esta Luz, “no ha sido bien recibida por el mundo”. Pero Jesús, ha venido precisamente para salvarnos del pecado, “su Luz nos salva de las tinieblas”. Hoy “se puede pensar que haya la posibilidad” de tener la luz “con tantas cosas científicas y tantas cosas de la humanidad”:
“Se puede conocer todo, se puede tener ciencia de todo e iluminación sobre las cosas. Pero la luz de Jesús es distinta. No es una luz de la ignorancia, ¡no! Es una luz de sapiencia y de sabiduría, pero es diferente a la luz del mundo. La luz que nos ofrece el mundo es una luz artificial, tal vez fuerte – ¡aquella luz de Jesús es más fuerte, eh! – fuerte como fuego de artificio, como un flash fotográfico. En cambio la luz de Jesús es una luz suave, es una luz tranquila, es una luz de paz, es como la luz en la noche de Navidad: sin pretensiones”.
Es una luz que “se ofrece y da paz”. La luz de Jesús, “no da espectáculo, es una luz que viene en el corazón”. Sin embargo, “es verdad que tantas veces el diablo viene disfrazado de ángel de luz: a él le gusta imitar a Jesús y se hace bueno, nos habla tranquilamente, como le habló a Jesús tras el ayuno en el desierto”. He aquí por qué debemos pedir al Señor “la sabiduría del discernimiento para conocer cuándo es Jesús que nos da la luz y cuándo es justamente el demonio, disfrazado de ángel de luz”:
“Cuántos creen vivir en la luz y están en las tinieblas, pero no se dan cuenta. ¿Cómo es la luz que nos ofrece Jesús? La luz de Jesús podemos conocerla, porque es una luz humilde, no es una luz que se impone: es humilde. Es una luz apacible, con la fortaleza de la mansedumbre. Es una luz que habla al corazón y es también una luz que te ofrece la Cruz. Si nosotros en nuestra luz interior somos hombres dóciles, sentimos la voz de Jesús en el corazón y miramos la Cruz sin temor: aquella es la luz de Jesús”.
Pero si, en cambio, viene una luz que te “vuelve orgulloso”, una luz que “te lleva a mirar a los demás desde lo alto”, a despreciar a los demás, “a la soberbia, esa no es la luz de Jesús: es la luz del diablo, disfrazado de Jesús, de ángel de luz”.
Así el modo para distinguir la verdadera luz de la falsa: “Siempre donde está Jesús hay humildad, docilidad, amor y Cruz”. Jamás, recalcó Francisco, “encontraremos un Jesús que no sea humilde, dócil, sin amor y sin Cruz”. Entonces debemos ir tras Él, “sin temor”, seguir su luz porque la luz de Jesús “es bella y hace tanto bien”. En el Evangelio, Jesús expulsa al demonio y la gente está desorientada por el temor frente a una palabra que expulsa a los espíritus impuros:
“Jesús no tiene necesidad de un ejército para expulsar a los demonios, no necesita de la soberbia, no tiene necesidad de la fuerza, del orgullo. ‘¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!’ Es una palabra humilde, dócil, con tanto amor; es una palabra que nos acompaña en los momentos de Cruz. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de su Luz y que nos enseñe a distinguir cuando la luz es de Él y cuando es una luz artificial, hecha por el enemigo, para engañarnos”.
Releemos en silencio y oramos espontáneamente de acuerdo a lo que leímos.
Canto
No me escondas tu rostro, Señor,
Buscaré todo el día tu rostro;
Si mi padre y mi madre me abandonan,
El Señor me recogerá.
El Señor es mi Luz y mi Salvación, el Señor es la defensa de mi vida
Si el Señor es mi luz, ¿a quién he de temer? ¿Quién me hará temblar?
Oremos a María Santísima
Mamita María, tú que siempre viviste bajo el resplandor de la luz de tu Hijo Jesús, ayúdanos a reconocer su voz ante las luces que brinda el mundo y que ensordecen nuestros sentidos haciéndonos caer en caminos hostiles y engañosos y que nos alejan de la Luz de la salvación.
1er. Misterio. El Dios revestido de Luz, posee una luz deslumbradora que transmite paz, alegría, esperanza, consuelo, por lo que todo hombre impregnado de su luz vive en la verdad, en una continúa obediencia a la Voluntad del Padre.
Oremos para que vivamos conforme a la Voluntad de Dios.
2do. Misterio. La luz, Don de Dios, es una luz suave, que deslumbra y conquista pero respetuosa de la libertad, que invita a seguirle, luz siempre presente en la vida de todo hombre en espera de ser aceptada como camino de vida, de plenitud y de felicidad total.
Oremos para que nos dejemos seducir por la luz transformadora de Dios.
3er. Misterio. La presencia de Dios al hombre es sobre todo tutelar. Con su ley ilumina Dios los pasos del hombre, con su Palabra es lámpara que guía, librándolo del pecado ilumina sus ojos, así es su luz y su salvación. Si el hombre es justo le conduce por el gozo y es malvado se pierde en las tinieblas y ve extinguirse su lámpara. Luz y tinieblas representan dos suertes que aguardan al hombre la felicidad y la desgracia.
Oremos para que siempre sea la luz de Dios la que ilumine nuestra vida y así gozar de la felicidad de poseerlo.
4to. Misterio. Las tinieblas, es el azote amenazador que experimentaron los egipcios, constituyeron uno de los signos anunciadores del día de Yahvé, para un mundo pecador este será de tinieblas y no luz. Sin embargo el día de Yahvé para los hijos de la luz, será de gozo y de liberación, de justicia y paz.
Oremos para que seamos contados como hijos de la luz, como los justos de Yahvé.
5to. Misterio. La vida de los hijos de la luz. Jesús recomienda al hombre no dejar obscurecer su luz interior sino que velo sobre su ojo, que es lámpara de su cuerpo, revistiéndose de las armas de la luz y rechazar las obras de las tinieblas, no sea que nos sorprenda el día del Señor. El criterio de las obras de la luz y de las tinieblas es “el Amor”.
Oremos para que nuestro actuar y obrar estén siempre regidos por el Amor.
Recemos la Coronilla de la Misericordia De rodillas o de pie
Ofrezcámosla por la paz en todo el mundo y por nuestra paz interior.
Padre nuestro…Ave María… Credo…
En las cuentas grandes antes de cada decena.
Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amantísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.
En las 10 cuentas pequeñas de cada decena.
Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Jaculatoria para rezarse al final de cada misterio.
Oh Sangre y Agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, Confiamos en Ti
Doxología final después de las cinco decenas.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero
(3 Veces)
Oremos en Silencio
Por las necesidades en todo el mundo en especial por la paz en Siria y México.
Los momentos que nos quedan reparemos el Corazón de Jesús que sufre por todos los sacrilegios cometidos en las diversas Iglesias del mundo y por todos los que cometen comuniones y confesiones sacrílegas, oremos para que el Espíritu Santo, les dé luz y conversión y a todos nos permita realizar buenas y sinceras confesiones.
Repetimos varias veces esta jaculatoria, para reparar su Corazón:
Cuerpo y Sangre de Jesús, os quiero, os amo y os adoro.
Os pido perdón y misericordia por todos los sacrilegios cometidos.
Escuchemos lo que nos dice el Señor:
¡Álzate y brilla que llega tu luz, la gloria de Yahvé amanece sobre ti!
“El pueblo de Dios debe iluminar”
Canto
Oh, Señor, enséñame el camino,
Guíame por la senda verdadera,
Gozaré de la dicha del Señor
En la tierra de la vida.
El Señor es mi Luz y mi Salvación, el Señor es la defensa de mi vida
Si el Señor es mi luz, ¿a quién he de temer? ¿Quién me hará temblar?
¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!