¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo?
Oremos por la paz en todo el mundo y de manera muy en especial por que reine la paz en Siria.
Mensaje de nuestro Santo Papa Francisco.
Hora santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…
Padre Santo que día a día muestras tu amor al ser humano y sigues obrando en medio de nosotros, te consagramos a todo el género humano para que reine en él la paz, en tus Manos bondadosas y purísimas ponemos a todos aquellos países que se encuentran en guerra de manera especial a nuestros hermanos de Siria y a todas aquellas personas que viven en una constante guerra espiritual y que aún no han encontrado en el Amor la plenitud de la vida.
Lectura del Santo Evangelio según san Juan 20, 19-29
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Llego Jesús, se coloco en medio y les dice: la paz este con ustedes.
Después de decir esto, les mostro las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: La paz este con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envió a ustedes. Al decir esto, soplo sobre ellos y añadió: reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados les quedarán perdonados, a quienes se los retengan les quedarán retenidos.
Tomás llamado el Mellizo, uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: hemos visto al Señor. El replico: si no veo en sus manos la marca de los clavos, si meto los dedos en el lugar de los clavos y la mano por su costado, no creeré.
A los ocho días estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa y Tomás con ellos. Se presento Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, se coloco en medio de ellos y les dijo: La paz este con ustedes. Después dice a Tomás; mira mis manos y toca mis heridas extiende tu mano y palapa mi costado, en delante no seas incrédulo, sino hombre de fe.
Le contesto Tomás: Señor mío y Dios mío. Le dice Jesús: porque me has visto has creído, felices los que creen sin haber visto.
Palabra de Dios
Meditemos unos momentos en silencio y oramos espontáneamente.
Santo Papa Francisco, Ángelus: Domingo 1° Septiembre 2013
Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.
Vivo con particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está produciendo.
Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mi mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!
Con todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más dilación, iniciativas y la negociación, por el bien de toda la población Siria.
Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan aseguradas la posibilidad de prestar la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem in terris {11 abril 1963}: AAS 55 {1963}, 301-302).
¡Que una cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad.
Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.
Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz.
Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19:00 a las 24:00 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la amada nación de Siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por la intención.
Pidamos a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que ella nos ayude a encontrar la paz. A todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, maría, a superar este difícil momento y a la construcción de una autentica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Meditemos de acuerdo a lo que leímos y comprometámonos a seguir las indicaciones de nuestro Santo Papa Francisco.
Coronilla de Desagravio
Ofrecimiento
¡Oh dulcísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Traspasados de pena y de dolor al verte tan injuriado por nuestros pecados, y por los demás que se cometen en todo el mundo, representados en esas señales de llagas, cruz y espinas; consagramos a tu amor y en desagravio esta corona de alabanzas. Acéptala ¡Oh buen Jesús, en unión con todas las alabanzas con que te han glorificado y actualmente te glorifican los Santos y justos del cielo y tierra. Amén.
I ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Nos pesa en el alma de verte tan injuriado por nuestros pecados y por todos los demás con que te han ofendido y actualmente de ofenden los pecadores en toda Europa. En reparación de ellos, uniendo nuestros tibios afectos con los ardentísimos de tu Madre Santísima, te consagramos la primera parte de esta corona con un desagravio y diez alabanzas.
Después de cada parte de esta corona, se dice lo siguiente:
V/ Viva Jesús (una vez)
R/ Muera el pecado
V/ Sea por siempre alabado (10 veces)
R/ El Corazón de Jesús Sacramentado.
V/ ¡Oh Corazón puro! Haz, te rogamos (una vez)
R/ Que ninguno viva ni muera en pecado.
II ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Nos pesa en el alma de verte tan injuriado por nuestros pecados, y por los demás con que te han ofendido y actualmente te ofrecen los pecadores de Asia. En reparación de ellos, uniendo nuestros tibios afectos con las ardentísimos de los nueve Coros de los Ángeles, te consagramos la segunda parte de esta corona con un desagravio y diez alabanzas.
V/ Viva Jesús (una vez)
R/ Muera el pecado
V/ Sea por siempre alabado (10 veces)
R/ El Corazón de Jesús Sacramentado.
V/ ¡Oh Corazón puro! Haz, te rogamos (una vez)
R/ Que ninguno viva ni muera en pecado.
III ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Nos pesa en el alma de verte tan injuriado por nuestros pecados, y por los demás con que te hemos ofenden los pecadores de toda África. En reparación de ellos, uniendo nuestros tibios afectos con los ardentísimos de todos los Santos Apóstoles y Mártires del cielo te consagramos la tercera parte de esta corona, con un desagravio y diez alabanzas.
V/ Viva Jesús (una vez)
R/ Muera el pecado
V/ Sea por siempre alabado (10 veces)
R/ El Corazón de Jesús Sacramentado.
V/ ¡Oh Corazón puro! Haz, te rogamos (una vez)
R/ Que ninguno viva ni muera en pecado.
IV ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Nos pesa en el alma de verte tan injuriado por nuestros pecados, y por los demás con que te han ofendido y actualmente te ofenden los pecadores de toda América. En reparación de ellos, uniendo nuestros tibios afectos con los ardentísimos de todos los Santos Confesores y santas Vírgenes del cielo, te consagramos la cuarta parte de esta corona, con un desagravio y diez alabanzas.
V/ Viva Jesús (una vez)
R/ Muera el pecado
V/ Sea por siempre alabado (10 veces)
R/ El Corazón de Jesús Sacramentado.
V/ ¡Oh Corazón puro! Haz, te rogamos (una vez)
R/ Que ninguno viva ni muera en pecado.
V ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús Sacramentado! Nos pesa en el alma de verte tan injuriado por nuestros pecados, y por los demás con que te han ofendido y actualmente te ofenden los pecadores de toda Oceanía. En reparación de ellos, uniendo nuestros tibios afectos con los ardentísimos de todos los Santos del Cielo y de tus devotos en la tierra, te consagramos la quinta parte de esta corona con un desagravio y diez alabanzas.
V/ Viva Jesús (una vez)
R/ Muera el pecado
V/ Sea por siempre alabado (10 veces)
R/ El Corazón de Jesús Sacramentado.
V/ ¡Oh Corazón puro! Haz, te rogamos (una vez)
R/ Que ninguno viva ni muera en pecado.
Oración
Te adoramos, divino Corazón de Jesús Sacramentado, coronado con la corona de estos nuestros desagravios y alabanzas, unidas con las de todos los santos del cielo y justos de la tierra; con esta corona te proclamamos Rey de todas las criaturas y vencedor soberano de todos los agravios con que te tienen injuriado. Reina, Corazón gloriosísimo, y triunfa, así coronado, en todos los corazones, voluntades y afectos de tus criaturas en las cuales y por las cuales queremos y anhelamos con todo el corazón que seas por siempre glorificado. Amén.
Acto de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Yo(decir su nombre) Me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi visa, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad; pertenecerle a Él eternamente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón onerosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aún temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mi todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprimase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.
¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!