Etimológicamente significa “imagen verdadera”. Viene del latín y del griego.
Úrsula Giuliani era el nombre de ésta santa, nació en Mercatello (Italia) el año de 1660 y murió en Città di Castello el 9 de julio de 1727; fue una mística italiana que perteneció a la Orden de Clarisas Capuchinas, la santa fue canonizada con el nombre de Santa Verónica Giulia
Su padre estaba trabajando en la Administración de Hacienda de la ciudad de Plasencia. Era un señor muy conocido y respetable por su dinero y por cómo trataba a la gente en asuntos económicos y negocios.
Soñaba que su hija tendría la vida resuelta y que ya tenía un futuro, ya que era muy guapa e inteligente e hija de un Señor influyente.
Pero los planes de su hija eran completamente opuestos a los de su padre. De tal modo que apenas cumplió los 17 años, tuvo la intención de entrar en un convento en el cual pudiera encontrar la paz interior que tanto anhelaba.
En el año de 1667, la joven ingresó en el convento capuchino de Cita de Castello, en Umbría, donde tomó el nombre de Verónica. Después de la profesión, aumentó todavía más su devoción a la Pasión de Cristo, mística contemplativa; a raíz de una visión de Nuestro Señor con la cruz a cuestas, Verónica empezó a sufrir de un agudo dolor en el costado, quizá era un estigma del costado de Jesús. En el año de 1693, tuvo otra visión en la que el Señor le dio a gustar el cáliz; Verónica lo aceptó y, desde aquel momento, los estigmas de la Pasión comenzaron a grabarse en su cuerpo y en su alma. Al año siguiente las marcas de la corona de espinas aparecieron sobre su frente y las huellas de las cinco llagas se formaron en sus miembros.
A tal grado llegó su fama entre sus hermanas que la nombraron maestra de novicias, es decir, de chicas que se preparan para ser monjas.
Durante 34 años desempeñó en su convento el cargo de maestra de novicias. Once años antes de su muerte, fue elegida abadesa. Formaba a sus novicias con el “Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas” del P. Rodriguez. Al fin de su vida, Santa Verónica, que durante casi 50 años había sufrido con admirable paciencia, resignación y aún gozo, se vio atacada de una apoplejía. Murió el 9 de julio de 1727.
Dejó escrito un relato de su vida y sus experiencias místicas, que fue de gran utilidad en el proceso de beatificación. Antes de su muerte, había dicho a su confesor que los instrumentos de la Pasión del Señor estaban impresos en su corazón. Le dibujó su corazón, representando estos instrumentos, pues decía que los sentía porque cambiaban de posición. Al hacerle la autopsia, en la que estuvo presente el obispo, el alcalde y varios cirujanos, se puso al descubierto una serie de objetos minúsculos, que correspondían a los que la santa había dibujado.
Cualquiera que se acercase a ella, podía mirar las huellas de la Pasión de Jesús en sus manos y en los pies.
¿Qué hicieron entonces? Para evitar comentarios falsos, el obispo, tres médicos y un jesuita estudiaron el caso. Los médicos veían que las heridas rebrotaban apenas se curaban.
Tras pasar un tiempo recluida, tuvieron que aceptar la realidad.