Etimológicamente significa “laurel”. Viene de la lengua latina.
César de Rossi (Lorenzo) nació en Brindisi, ciudad del reino de Nápoles, en el año de 1559
Uno de los más grandes testimonios de la Iglesia, este joven adolescente quedó huérfano. Lo llevó a vivir su tío con él que vivía en Venecia.
Recibió su educación primero en el convento de los franciscanos de su ciudad natal (Brindisi) y, después en el Colegio de San Marcos de Venecia.
A los 16 años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Su inclinación a sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, inmediatamente lo distinguió, pero más brillante era su extraordinario don de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español, y llegó a conocer muy a fondo la Biblia de modo exegeta y hermenéutamente.
Pronto se decidió por la vida religiosa ya de forma consagrada con los Capuchinos y fue ordenado sacerdote en el año de 1582. Sus estudios profundos le hicieron ganar la simpatía y la amista de todos.
En 1596, ejerció en Roma el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida se le unía un profundo conocimiento del hebreo mencionado anteriormente.
Sus superiores le enviaron más tarde, junto con el Beato Benito de Urbino, a fortalecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo qué intentaba avanzar, el ya había demostrado sus grandes dotes apologéticos y doctrinales contra el luteranismo, siendo un excelente maestro de teología. Predicó, con conocimiento de causa, contra Lutero. Entre sus muchos libros cabe destacar “El luteranismo Hipotiposis”.
En el concilio de Trento hizo un gran papel por sus aportaciones, su elocuencia y claridad de ideas respecto a Moral y Teología, concilio qué juntó a varios Santos con capacidades para rebatir con argumentos sólidos la burla de Lutero qué intentaba seguir con su desviación religiosa.
Fue superior general del convento de los Capuchinos, San Lorenzo era un predicador elocuente que evangelizó a los judíos de Roma, un hombre con excelente presencia física, en el qué resaltaba la dulzura de su voz qué no se apagaba misionando aquí y allá, en toda la Europa, pero lo más grato era qué llevaba su vida de manera coherente con lo qué predicaba.
Eran tiempos difíciles. Tuvo que representar a la Santa Sede durante tres años en Baviera y estuvo a punto de serlo ante Nápoles y Felipe III rey de España, pero cayó enfermo y murió el 22 de julio de 1619.
Cuando sus libros se reeditaron en 1925-1956, todo el mundo, empezando por Juan XXIII, se dieron cuenta de la profundidad de su doctrina. Y fue entonces cuando lo nombraron Doctor de la Iglesia.