Luz de la fe” y erradicación de las tinieblas en los cristianos. Carta Encíclica. Papa Francisco.
Con suma alegría se ha publicado la primera encíclica del Papa Francisco: “Lumen Fidei” “Luz de la fe”; una encíclica que une los dos pensamientos del Papa Emérito Benedicto XVI y del Papa Francisco, nuestro actual pontífice. La Santa Sede ha hecho público el texto con fecha del 29 de junio, un día muy especial: la festividad de San Pedro y San Pablo. En la encíclica el Papa reconoce la labor de su predecesor, Benedicto XVI, en el contenido mismo de la carta: “Él ya había completado prácticamente una primera redacción de esta Carta encíclica sobre la fe. Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo”. Eso es lo que ha distinguido al Papa Francisco humildad y sencillez.
Está encíclica ha sido estructurada en cuatro capítulos que tienen como título lo siguiente: 1.- “Hemos creído en el amor”, 2.- “Si no creéis, no comprenderéis”, 3.- “Transmito lo que he recibido” y 4.- “Dios prepara una ciudad para ellos”. La encíclica en su numeral 1 cita de la siguiente manera: La Luz de La fe: la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas» (Jn 12,46). Cierra la encíclica con una conclusión, en la encíclica como es de costumbre del magisterio abundan las citas bíblicas, se citan Padres apostólicos, filósofos, escritores clásicos y modernos, agregando algunos debates exegéticos para profundizar determinados pasajes de la sagrada escritura (biblia).
El trabajo de evangelización en nuestra Iglesia es de prioridad y nuestros sumos pontífices lo han entendido ya que los planes de un Papa se culmina con el legado del siguiente Papa dando continuidad a los planes y objetivos de la Iglesia aunque sea un Papa diferente; el fracaso de muchos gobiernos en la actualidad es muy fácil de visualizar: no hay continuidad, un presidente rompe con todo y fuera lo demás, ahora van a trabajar en el país así, la Iglesia siendo de Cristo Jesús trabaja unida en él y ahora en unión con el Papa Francisco.
Nos alegra lo citado: 4. Por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios. La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro « yo » aislado, hacia la más amplia comunión. Nos damos cuenta, por tanto, de que la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas. Dante, en la Divina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la describe como una « chispa, que se convierte en una llama cada vez más ardiente / y centellea en mí, cual estrella en el cielo ».4 Deseo hablar precisamente de esta luz de la fe para que crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz.
Hoy urge erradicar las tinieblas del corazón, las tinieblas de la fe, las tinieblas de la indiferencia religiosa con la luz única de Cristo Jesús, Lumen Fidei “Luz de la fe”, que brille en lo alto para que se dispersen las sombras que obscurecen nuestra vida y resplandezca el rostro de Cristo Jesús, que este año de la fe y la encíclica del Papa Francisco sea la continuidad para seguir dispersando la tiniebla de la ignorancia, la tiniebla de la falta de la palabra de Dios y la falta de amor a la Iglesia. Erradicar es el reto, pero hay una luz que no se extingue: “la luz del espíritu santo”.