Etimológicamente significa “amarilla” y “persona casera”. Vienen de la lengua latina.
Esta joven romana vivió su vida cristiana en el siglo I. Se fue a la casa del Padre en el año 95.
Pertenecía, como su marido, a una ilustre familia de la que salieron tres emperadores en este primer siglo de la naciente Iglesia: Vespasiano (69-79), Tito (79.81) y Domiciano (81-96).
Los dos primeros tuvieron la valentía de no dar cauce al escrito de Nerón (68). Por este escrito todo cristiano era de antemano considerado un verdadero criminal.
Domiciano, en contra de los dos anteriores, sí que le dio cauce, pero más que nada para recavar impuestos..
Desde que Tito destruyó Jerusalén (70) y reducido Israel a la esclavitud, todos los judíos del imperio tenían que pagar un impuesto particular..
El emperador necesitaba dinero y pensó que lo mejor era extender esta obligación a todos los judíos y cristianos. Estos, sin embargo, no querían que los a igualaran con los judíos por motivos religiosos.
Los creyentes en Cristo decidieron no pagar los impuestos. Y el emperador se encolerizó de tal modo que desencadenó una persecución contra ellos.
Domiciano estaba comido por el orgullo y la crueldad. Le aumentaron aún más cuando supo que los cristianos predicaban la Palabra de Dios y que le seguía la gente. Incluso sus propios familiares.
Domitila no tenía miedo en demostrar su práctica religiosa cristiana. Ayudaba a los mártires dándoles sepultura en el cementerio de la Via Ardeatina.
Llevado por su ira, la desterró a la isla de Pantelleria, lugar al que ya habían sido desterradas las emperatrices Julia, Agripina y Octavia. Poco tiempo después, Domiciano fue asesinado y lo declararon maldito los mismos senadores.