El nombre de María. Amado nervo
Llegó la noche, y su silencio grato
Llena el alma de dulces emociones;
Ligero el aire por doquiera vaga,
Lucen los cielos sus inmensos soles.
Vibra en el aire con sonoros ecos
La dulce voz de plañideros bronces:
Nos llaman a rezar las alabanzas
De la Madre de Dios y de los hombres.
¡Oh, Madre de Jesús, qué inmensa eres!
Se elevan por doquiera cuántas voces,
Del mundo universal como un concierto:
¡Bendito sea tu nombre!
Bendito sea ese nombre
Que al vibrar con suave melodía
De la madre en los labios, ante el niño,
Y ese grito de amores: ¡Madre mía!
Bendito sea ese nombre
Que calma el llanto y el dolor del hombre;
Cuyo flujo profundo
Tal fuerza tiene, tal poder alcanza,
Que hace brillar la dicha y la esperanza
En la escuálida faz del moribundo.
Di, ¿qué tiene tu nombre, Madre mía,
Que al pronunciar su acento
Queda en los labios plácida armonía
Y el corazón palpita de contento?
Madre, Madre adorada,
¡Haz que forme su acento el postrer grito
De mi alma, cuando en pos del infinito
Vuele dejando la mortal jornada!