¿Qué necesitamos una verdadera Conversión? Hora santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…
Padre misericordioso, con profundo dolor venimos ante tu presencia, te imploramos perdones todas las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Hemos faltado a la caridad: murmurando, criticando, enjuiciándolos, desprestigiándolos… Danos la oportunidad de cambiar, de volver a Ti, que eres solo amor, ayúdanos a reparar el daño que hemos causado.
Lectura del libro del Génesis
Jacob amaba a José más que a todos sus demás hijos, porque lo había engendrado en la ancianidad. A él le había hecho una túnica de amplias mangas. Sus hermanos, viendo que lo amaba más que a todos ellos, llegaron a odiarlo, al grado de negarle la palabra.
Un día en que los hermanos de José llevaron a Siquem los rebaños de su padre, Jacob le dijo a José: “Tus hermanos apacientan mis rebaños en Siquem. Te voy a enviar a allá”. Ellos lo vieron de lejos y antes de que se les acercara, conspiraron contra él para matarlo y decían unos a otros “Ahí viene ese soñador. Démosle muerte; lo arrojaremos en u pozo y diremos que una fiera lo devoro. Vamos a ver de qué le sirven sus sueños”
Rubén oyó y trato de liberarlo de manos de sus hermanos, diciendo: “No le quiten la vida, ni derramen su sangre. Mejor arrójenlo en ese pozo que está en el desierto y no se manchen las manos”. Eso lo decía para salvar a José y devolverlo a su padre.
Cuando llegó José a donde estaban sus hermanos, éstos lo despojaron de su túnica y lo arrojaron a un pozo sin agua. Judá dijo entonces a sus hermanos: “¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte? Vendámoslo a los Israelitas y no mancharemos nuestras manos. Después de todo, es nuestro hermano y de nuestra misma sangre” y sus hermanos le hicieron caso. Sacaron a José del pozo y se lo vendieron a los mercaderes por veinticinco monedas de plata. Los mercaderes se llevaron a José a Egipto.
Palabra de Dios.
Releemos en silencio y en voz alta compartimos la frase que más nos agrade.
Canto.
Amémonos de corazón, no de de labios solamente (2)
//Para cuando Cristo venga// nos encuentre bien unidos (2)
¿Cómo puedes tu orar, enojado con tu hermano? (2)
//Dios no escucha la oración// si no estás reconciliado (2)
¿Cuántas veces debo yo, perdonar al que me ofende? (2)
//Setenta veces siete// perdonaras a tu hermano (2)
Que necesitamos una verdadera Conversión
Intimidad Divina P. Gabriel Sta. Ma. Magdalena O.C.D.
Lo mismo que Jeremías, el profeta perseguido por su pueblo, así José el hebreo odiado por sus hermanos es figura del Mesías paciente. Recordando las historias dolorosas de aquellos personajes bíblicos, la liturgia cuaresmal quiere ayudar a sus fieles a que comprendan más profundamente el misterio de Jesús y a descubrir mejor la hondura de la malicia humana, con la finalidad de una conversión saludable. En la triste aventura de José lo que domina es la envidia de sus hermanos que han decidido librarse, matándolo, del joven soñador; la piedad de uno de ellos les detiene de cometer el delito y entonces terminan vendiéndolo por “veinticinco siclos de plata” un precio poco inferior a aquel que, muchos siglos más tarde, será pactado por Judas para entregar a Jesús en manos del Sanedrín. También Cristo será victima de la envidia y del odio de sus hermanos, los nazarenos fueron los primeros en querer apedrearlo, un apóstol lo venderá, sus connacionales, a quienes tanta había beneficiado, lo colocarán en la Cruz. El mismo Jesús sintetizó esta triste historia en la parábola de los malos viñadores, los cuales por dos veces mataron a los siervos de su amo y la tercera llegaron a matar a su hijo. El pueblo elegido, llamado antes que todos a la salvación, no sólo rechazo y asesinó a los profetas enviados por Dios, sino que reservó incluso el mismo destino al Hijo de Dios.
Orgullo, envidia, ambición, odio, son las pasiones que entran en juego en la conjura fraterna contra José pero se destacan aún más en la que es víctima Jesús. Con esas pasiones van muy unidos el endurecimiento de corazón, el rechazo de la gracia. Pasiones y culpas de las que no sólo estuvieron manchados los judíos, sino de las que todo hombre lleva dentro de sí el germen y produciendo no raras veces en su vida pésimos frutos. La cuaresma es una invitación a examinar con sinceridad la propia conciencia para descubrir no sólo las culpas actuales, sino también todo –pasiones, vicios, tendencias- que pueda conducir al pecado, que necesite una verdadera conversión.
Releemos en silencio y oramos espontáneamente de acuerdo a los que leímos.
Canto.
Señor tu que brillas en las tinieblas, danos tu luz (2)
Mi corazón está sangrando, me siento lejos, lejos de Ti
La vida es triste, si Tú nos dejas, si Tú nos dejas, solos sin luz.
En este día, sigo tus pasos aunque no vea clara tu luz
Guíanos hoy por el camino, por el camino hasta tu luz.
Oremos Unidos a María Santísima
En nuestro deseo de volvernos a Dios de todo corazón y entregar nuestro orgullo, envidia, ambición, odio y otras pasiones que albergamos en nuestro corazón, intercede por nosotros para que vivamos una verdadera conversión. Y no busquemos en otros lados lo que solo a los pies de Él encontraremos.
1er. Misterio. Esta historia sigue repitiéndose. Otros hombres son llamados por Dios a cubrir los puestos que dejara vacios el antiguo Israel, el Señor les ha dado su Reino, les ha agraciado con vocaciones privilegiadas, les ha convertido en su nuevo pueblo, la Iglesia, pero también son pocos los que rinden los frutos esperados y muchos simplemente no corresponden.
Oremos para que como Pueblo de Dios rindamos frutos para el Reino.
2do. Misterio. Las pasiones siguen infiltrándose en la viña del Señor y transforman a los viñadores de siervos e hijos fieles en hombres ingratos, avariciosos, rebeldes, traidores. Entonces ¿no se repetirá todo lo que un día se verificó para Israel?
Confiemos plenamente nuestras pasiones a Dios para que con su gracia y nuestro esfuerzo seamos hombres y mujeres nuevas en Él.
3er. Misterio. Estas meditaciones nos invitan a un serio examen de conciencia, a no cerrar nuestros ojos sobre los movimientos descontrolados de las pasiones, a controlar con cuidado la propia conducta y así prevenir los estragos del mal.
Pidamos para que nuestro corazón busque realizar diariamente un efectivo examen de conciencia.
4to. Misterio. Por mucho que el hombre se vigile y se examine con sinceridad, es incapaz de descubrir todos los pliegues y las sombras de su corazón, necesita una luz superior, que solamente Dios puede concederle.
Que seamos sinceros y reconozcamos la necesidad de que el Espíritu Santo ilumine nuestras vidas.
5to. Misterio. El examen de conciencia no puede reducirse a una fría introspección, sino que debe consistir más bien en ponerse cara a cara con Dios, mirarse en él, verse a la luz de su verdad y de su infinita bondad, de su amor eterno, de sus innumerables gracias y dones. En esa actitud, resaltan con mayor facilidad incluso los más pequeños defectos y sobre todo el hombre se siente impulsado más fuertemente al arrepentimiento a la conversión y al mismo tiempo una fuerza nueva le lleva a confiar más en Dios que en sí mismo.
Que ante los pequeños defectos busquemos cada día la santidad.
Oremos en silencio
Por las necesidades del mundo entero.
Consagremos al Inmaculado Corazón de María Santísima a todo el género humano y todo cuanto existe.
Reparemos el Corazón de Jesús
Los momentos que nos quedan reparemos el Corazón de Jesús que sufre por los sacrilegios cometidos en las diversas Iglesias del mundo entero y por todos los que cometen comuniones y confesiones sacrílegas, oremos para que el Espíritu Santo, de luz y conversión a todos y nos permita realizar buenas confesiones.
Repetimos varias veces esta jaculatoria
Jesús que eres azotado en nuestras Iglesias. Te adoro en todas las partículas esparcidas. Tómame como tu Sagrario, tu trono, tu altar; sé que no soy digno, pero tú quieres estar entre los que te amamos y yo te quiero amar también por los que no te aman, hazme digno de recibirte a Ti, que quieres ser semejante a nosotros en esta hora de guerra. Que mi amor sea lámpara que arda ante Ti.
Oremos unidos
¡Ven Oh Señor Jesús! Extirpa todo escándalo de este tu reino.
Que es mi alma y reina en él, pues tienes todo el derecho.
Mira; sale a flote la avaricia y reclama un puesto en mí,
El orgullo y quiere dominarme, la soberbia y quiere erigirse en reina,
La lujuria y grita: “aquí mando yo”
La ambición, la maledicencia, la envidia y la radia se pelean dentro de mi
Por ver a quién doy la preferencia.
Por mi parte, hago todo lo posible por resistir, lucho hasta desfallecer.
Te invoco, Jesús, Señor mío, me defiendo por tu causa,
Pues sé que te pertenezco. Quiero que seas tú mi Dios y mi Señor y grito:
¡No tengo a otro rey fuera de mi Señor Jesús!
Ven, pues, ¡Oh Señor! Destruye con tu poder a estos enemigos
Y reinaras en mí, porque tú eres mi Rey y mi Dios.
San Bernardo de Claraval
Canto.
Renuévame Señor Jesús, ya no quiero ser igual
Renuévame Señor Jesús, pon en mi tu Corazón.
Porque todo lo que hay dentro de mí, necesita ser cambiado Señor
Porque todo lo que hay dentro de mi corazón, necesita más de Ti
¡¡Unidos en la Eucaristía!!!