Con Cristo humillado. Hora santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la estación del santísimo Sacramento…
Señor, sabemos que una alma soberbia te desagrada y que para reparar fue necesario que tú, Hijo de Dios, fueses tan humillado, es necesario creer que a los ojos de Dios la humildad es un tesoro verdaderamente precioso y una perla que le es gratísima, puesto que tú, quisiste ser tan humillado para hacernos amar esta virtud para estimularnos a imitarte en su práctica y para merecernos el cumplimiento de sus obras.
Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1. 12-22
Los malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: “Tendremos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos, nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. Presume de que conoce a Dios y se proclama a si mismo hijo del Señor.
Ha llegado a convertirse en un vivo reproche de nuestro modo de pensar y su sola presencia es sufrible, porque lleva una vida distinta de los demás y su conducta es extraña. Nos considera como monedas falsas y se aparta de nuestro modo de vivir como de las inmundicias. Tiene por dichosa la suerte final de los justos y se gloria de tener por padre a Dios.
Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudara y lo librara de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a la muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él.
Así discurren los malvados, pero se engañan, su malicia es ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable.
Aquel que hombres Palabra de Dios.
Releemos en silencio y en voz alta compartimos la frase que más nos agrade.
Canto.
Aquel, que una vez bajo, porque en mi pensó, que mis culpas pago
Aquel que su vida dio, que por amor calló cuando un clavo cruel, su mano atravesó.
Aquel que a hombres sano, que tempestades calmó,
Que su sangre perdió, dijo que volvería otra vez.
Y si no creyera que Él volverá, vana sería entonces mi fe
Mi vida sería una casa sin luz si no tuviera esperanza en Él.
Consigo me llevará, algún lugar me tendrá.
Juntos iremos con Él si creemos que volverá.
Aquel, que una vez bajo, porque en mi pensó, que mis culpas pago
Él lo prometió, Él por mi vendrá, Él aquí está.
Con Jesús Humillado.
Intimidad Divina P. Gabriel Sta. Ma. Magdalena O.C.D.
“Acechamos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones. Lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa” (Sab. 2, 12.19.20) El justo humillado y perseguido por los impíos es Cristo; en su vida y especialmente en su Pasión, se verifican de un modo impresionante los detalles descritos en el libro de la Sabiduría. Contra él, inocentísimo, se lanza el odio de todos aquellos que se sienten ofendidos por la santidad de su conducta y su doctrina. “El mundo…me odia –dirá un día- porque doy testimonio contra él de que sus obras son malas” (Jn. 7,7)
El Hijo de Dios, que se humilló voluntariamente hasta hacerse hombre, hasta hacerse “pecado” para sustituir a los hombres pecadores, de igual modo, voluntariamente, acepta ser humillado por los mismos a quienes ha venido a salvar. Buscando a muerte a los judíos, Jesús huye varias veces de sus manos, “porque todavía no había llegado su hora”, pero no huye de las contradicciones y de las humillaciones. Él, Verdad Eterna, acepta ser tratado de embustero, Bondad infinita, tratado como un malhechor, Sabiduría increada, tenido por loco. Mansedumbre sin límites, considerado como un subversor del pueblo: Hijo de Dios, ¡y le llamaban “endemoniado”! Las humillaciones de Cristo, son, al mismo tiempo, el precio que él paga para rescatar a los hombres de su orgullo y el estimulo que él les da para que le sigan por el camino de la humildad. “Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón (Mt. 11,29)
La humildad autentica brota del corazón de la convicción intima y profunda de la propia poquedad frente a Dios. Mientras Jesús se humilló olvidándose de su dignidad de Hijo de Dios, el hombre, para ser humilde, ha de recordar que es; una criatura subsistente no por virtud propia, sino por los dones recibidos de Dios y criaturas que, por haber pecado, ha caído en un estado de miseria moral. El conocimiento y la conciencia de todo esto deberían hacer que el hombre fuese profundamente humilde sin embargo, está en él tan vivo el orgullo, que le resulta siempre difícil humillarse y más aún aceptar ser humillado. Sólo la gracia que proviene de las humillaciones de Cristo puede ayudarle a establecerse en una sincera humildad de corazón.
Releemos en silencio y oramos espontáneamente de acuerdo a lo que leímos.
Canto.
//Humíllense en la presencia del Señor//
//Y él nos levantara, alto más alto// lo hará
Oremos a María Santísima
Madre de dolor, que recibiste en el Calvario a tu Hijo, humillado, destrozado y desfigurado, queremos acompañarte en esos momentos y orar contigo para implorar misericordia para todos nosotros. Que por gracia recibamos la fuerza para tener una sincera humildad de corazón.
1er. Misterio. “Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina… se despojo de su rango (Fil. 2, 5-7) Estas palabras del Apóstol no serán nunca suficientemente meditadas. Todos los cristianos llamados a seguir a Jesús por el camino de la humildad y para hacerlo es necesario “es necesario despojarse del propio rango”, es decir, vaciarse del orgullo aceptando todo lo que lo destruye: las humillaciones.
Pidamos ser despojados, para ser personas humildes.
2do. Misterio. Ante todo, la humillación de comprobar las propias deficiencias, faltas, infidelidades y luego las humillaciones externas que se derivan del hecho de que nuestras limitaciones, defectos y errores son vistos y juzgados por los demás. A muchos les gusta ser humildes, pero son pocos los que aceptan ser humillados. Muchos son los que piden la humildad, pero después, en la práctica, huyen de las humillaciones.
Oremos para poder aceptar el crisol de las humillaciones.
3er. Misterio. Sin embargo, así como el estudio es el único medio para adquirir la ciencia, del mismo modo la humillación es el único medio para adquirir la humildad. Por lo demás, la humillación es la parte que, en justicia, le corresponde al hombre pecador. Tan convencidos estaban de esto los santos, que nunca consideraron demasiado graves las humillaciones que recibían.
Pidamos para que aceptemos lo que nos corresponde por pecadores.
4to. Misterio. “Nunca oí decir cosas malas de mi – escribía Sta. Teresa de Jesús- que no viese quedaban cortos, porque aunque no era en las mismas cosas, tenia ofendido a Dios en otras muchas y vacíame había hecho harto en dejar aquellas y siempre me huelgo yo más que digan de mi lo que no es que no las verdades”.
Oremos para que encontremos en las humillaciones el medio para llegar a Cristo.
5to. Misterio. Los agravios, las acusaciones, las ofensas, las incomprensiones, los fracasos con los que se tropieza en la vida son el único medio aceptándolos por amor a Cristo, el hombre se abre al don de su humildad divina, entra en el misterio de su divino anonadamiento para alabanza del Padre y salvación de la humanidad. Siguiendo a Cristo humillado hasta la muerte de cruz nos convertimos en glorificadores de Dios y en salvadores de los hermanos. La humildad vence y conquista hasta a los más reacios.
Pidamos para que con humildad venzamos y hagamos conquistas para el Reino.
Oremos en silencio
Por las necesidades de todo el mundo y en especial por todos los presentes.
Consagremos a Dios todo el género humano y todo cuanto existe.
Hagamos unos momentos de silencio.
Reparemos el Corazón de Jesús
Los momentos que nos quedan reparemos el Corazón de Jesús
Que sufre por todos los sacrilegios cometidos en las diversas Iglesias del mundo entero
Y por todos los que cometen comuniones sacrílegas,
Oremos para que el Espíritu santo, de luz y conversión a todos ellos
Y a todos nos permita realizar buenas confesiones.
Repetimos varias veces esta jaculatoria, para reparar su corazón.
Cuerpo y Sangre de Jesús, os amo y os adoro.
Os pido perdón y misericordia por todos los sacrilegios cometidos.
Oremos unidos
¡Oh dulce Jesús Me pongo a tus pies, con la certeza de que tú sabes
Cumplir lo que yo ni siquiera sé imaginar.
Quiero servirte hasta donde tú quieras, a toda costa,
Al precio de cualquier sacrificio.
Nada se hacer, no sé humillarme, quiero amar la humillación,
La indiferencia por parte de mi prójimo respecto a mi persona,
Me arrojo con ojos cerrados,
Con cierto deleite,
En el diluvio de los desprecios, de padecimientos,
De humillaciones en que quieras colocarme.
Me repugna decirte esto, se me desgarra el corazón al decírtelo
Pero te lo prometo,
Quiero ser despreciado por ti.
No sé lo que haré, es más,
No me creo a mí mismo,
Pero no desisto de quererlo con toda la energía de mi alma.
Juan XXXIII
Canto
Mi alma alaba al Señor, y mi espíritu se alegra en su presencia
Porque Él que es grande maravillas ha hecho por mí, es Santo su Nombre
Mi alma alaba al Señor, mi alma alaba al Señor y mi espíritu se alegra en su
Presencia, porque el que es grande maravillas ha hecho en mí
Es Santo su Nombre.
¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!