Reina y Patrona de la Argentina.
En el año 1630 –probablemente en un día del mes de mayo– una caravana de carretas, salida de Buenos Aires rumbo al norte, se detuvo en un paraje ubicado a unos dos kilómetros de la actual ciudad de Luján, a orillas de la Cañada de la Cruz. Al intentar reanudar su marcha al día siguiente, una de las carretas no se movía del lugar. Los bueyes parecían paralizados por una fuerza superior.
Al indagar sobre el contenido de los embalajes, los viajeros descubrieron dos cajoncitos que contenían sendas imágenes de la Virgen procedentes del Valle de Paraíba (San Pablo, Brasil), hoy conocidas como de Luján y de Sumampa. La primera representa a la Inmaculada Concepción y la segunda a la Madre de Dios con el Niño en brazos.
Se hicieron varias pruebas con la carga hasta descubrir, que cuando bajaban el de la Inmaculada, la carreta se movía sin dificultad.
Fue entonces cuando en pleno territoriopampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!
La “Patroncita Morena”.
La Virgencita fue dejada en la propiedad más cercana, la de la familia de don Rosendo de Oramas, donde permaneció en una ermita bajo los cuidados del negro Manuel, esclavo cuyo amor por la Virgen hizo que sus patrones lo destinaran al exclusivo cuidado de la imagen.
Cuando murió don Rosendo, la señora Ana de Matos, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján, obtuvo en 1674 que le cedieran la imagen, comprometiéndose a construirle una capilla digna.
Repetidas veces la Virgen de Luján –la “Patroncita Morena”– desaparecía del oratorio y volvía a la vivienda de don Rosendo, hasta que las autoridades eclesiásticas y civiles organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía NuestraSeñora, ocasión en que fue autorizado oficialmente el culto público de la “Pura y Limpia Concepción del Río Luján”.
El nuevo templo y la Reconquista.
En 1677 la señora de Matos donó el terreno donde hoy se levanta la Basílica y en 1685 el sacerdote Pedro de Montalvo, milagrosamente curado por la Virgen, inauguró un nuevo santuario, a cuyo alrededor fue creciendo en importancia el pueblo de Luján al que se le otorgó el titulo de Villa.
Años después, también en agradecimiento por una cura milagrosa, el español don Juan de Lezica y Torrezuri levantó un nuevo templo a la Virgen de Luján –ya establecido como parroquia– inaugurado en 1762, ocasión en la que los cabildantes juraron a Nuestra Señora como Reina y Patrona.
En ocasión de las Invasiones Inglesas, los paisanos que se unieron a la reconquista partieron de Luján llevando como divisa el estandarte real (una de cuyas caras era la estampa de la Virgen) y escapularios hechos de dos cintas, de colores celeste y blanco, símbolo de protección y distintivo a falta de uniforme.
Un gran milagro da origen a la Basílica actual.
En la segunda mitad del siglo XIX, el párroco Jorge María Salvaire, francés de origen, lazarista, fue a misionar entre los indios quienes, acusándolo de haber llevado una peste de viruela, lo condenaron a morir lanceado. Se confió a la Virgen y le prometió dedicar su vida a publicar sus milagros y engrandecer su santuario si se salvaba. Al instante apareció un joven indio, hijo del cacique, que le arrojó su poncho en señal de protección. Ese indio lo reconoció (el sacerdote le había salvado la vida en díaspasados) y le concedió la libertad.
Fiel a sus promesas, el P. Salvaire redactó su monumental “Historia de Nuestra Señora de Luján”, publicada en 1884, y comenzó la construcción de la actual Basílica, terminada por el P. Vicente María Dávani C. M. en 1922.
Aciagos tiempos…
Aciagos y tristes días vivía la Patria a mediados de 1955. Quema de iglesias, decretos persecutorios, se hablaba incluso de romper con Roma y crear una Iglesia Nacional, dirigida por una burocracia revolucionaria.
Temiendo que se diera aquel paso hacia la herejía y la muerte, en la obscura noche del 22 de agosto de ese año el Cura Párroco de Luján, con previa autorización de la autoridad dioce-sana, sacó de su camarín la auténtica e histórica imagen de la Virgen, reemplazándola por una réplica perfecta. Levantóse el acta de lo efectuado y, con precauciones infinitas, fue guardada en la estancia de la familia Tabacco.
Nadie se enteró de lo acontecido hasta que, luego de la Revolución Libertadora, un domingo 27 de noviembre, la imagen volvió a su Basílica en una sorpresiva pero solemnísima procesión.