Etimológicamente significa “vencedora de los pueblos”. Viene de la lengua alemana.
Esta joven, a la que también llaman Nicolette o Coleta nació en Calcye, Francia, en enero de 1381, y murió en Flandes en 1447. La hicieron santa en 1807.
Era pequeña pero de una belleza que llamaba la atención. Cuando llegó a joven, se planteó su vocación en la vida benedictina. A pesar de la negativa que le dieron, ella dejó todas sus posesiones a los pobres y se hizo terciara franciscana.
El abad del convento le permitió que viviera en una ermita a lado de la iglesia de Corbie, en donde adquirió una fama inestimable entre toda la gente por su santidad de vida.
El propio san Francisco de Asís se le apareció diciéndole que reparase la primitiva iglesia de santa Clara.
Santa Nicoleta, virgen, que observó primero la tercera Orden de San Francisco y consiguió luego que un gran número de conventos de la segunda Orden aceptase la observancia primitiva († 1447) Recibe en 1381 el nombre de Nicoleta, en agradecimiento de sus padres, cincuentenarios, al ver cumplidas sus plegarias a San Nicolás, pidiendo familia. De su padre, artesano en Corbie, junto a Amiens, aprende la virtud y el trabajo. De su madre, una honda piedad, reflejada en la confesión semanal.
Después de sus estudios, se hace religiosa de Santa Clara; y lleva a su Orden el fervor de la observancia perfecta, al frente de muchos conventos, hasta su muerte en Gante el 6 de marzo de 1447.
Santa Colette se sintió llamada por Dios a restaurar la Orden a su severidad inicial. Bajo el consejo de su director espiritual, se puso en marcha para su misión. No hace falta decir que no fue recibida con entusiasmo.
Tras varios años en la ermita, se fue a Niza en donde se encontró con Pedro Luna, el antipapa de Avignon, que se puso el nombre de Benedicto XIII. Viajó de convento en convento para restablecer la disciplina y la austeridad por Francia, Flandes y España.
No era una joven muy inteligente pero la fe tan profunda que tenía, hacía que todo saliera bien y según los designios de Dios.
Tanto era su renombre que personas ilustres se quedaban admiradas ante ella, como por ejemplo Jaime de Borbón o Felipe el Bueno de Borgoña.
Sentía una devoción muy honda por la Pasión del Señor y por los animales, al estilo de san Francisco.
Ella misma fundó dieciocho nuevos conventos llamados de las Clarisas Pobres, las descalzas, que viven en alegría el espíritu de Coleta.
El cardenal Pedro de Luna había escuchado y bendecido sus ideales en Niza. Y ella a su vez trabajó incansablemente, apoyando a San Vicente Ferrer, en sus esfuerzos por superar el cisma de Occidente.
Murió Coleta, después de recibir fervorosamente los sacramentos, en Gante (Bélgica), el día 6 de marzo de 1447, con sesenta y seis años de edad, después de haber sido adornada con los dones de profecía y milagros.